En los últimos meses han circulado en internet y redes sociales incontables propuestas e iniciativas de oración por el proceso electoral en nuestro país.
Ponerlo en manos de Dios, por intercesión de nuestra Madre Santa María de Guadalupe ha sido lo mejor que pudimos hacer. Ahora no nos vayamos a detener sólo porque ya llegó el día de las elecciones. Hay que seguir orando y pedir que los resultados sean aceptados con paz. Que quienes no se vean favorecidos no provoquen división o violencia, y quienes hayan obtenido la victoria, sepan tender la mano a sus contrarios, valorar sus talentos e integrarlos en un proyecto de trabajo que busque el verdadero bien de todos los mexicanos.
Que nadie caiga en la tentación de no orar por quien ganó porque no es la persona por quien votó. San Pablo nos pide orar por nuestros gobernantes (ver 1Tim 2,2), y no añade un letrerito de ‘aplican restricciones’, que nos libre de orar por las autoridades cuando estamos en desacuerdo con su proyecto.
Orar por ellas no significa aprobarlas ni pedir que se salgan con la suya si hacen el mal. Orar por ellas es pedir su conversión, pedir que el Espíritu Santo las ilumine cuando tengan que tomar una decisión; pedir que ejerzan su poder con humildad, sabiduría, compasión, honestidad, pedir su conversión, que abran su corazón a Jesús, que sepan imitar a Aquel que no vino a ser servido, sino a servir.
Hemos estado orando mucho. A partir de ahora tenemos que orar ¡mucho más!
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