No es que no sepan, es que no les importa. Lo dijo Chesterton refiriéndose a quienes debían reaccionar y no lo hacían. Su diagnóstico sigue vigente hoy.
Por ejemplo: en las noticias aparecen diario escenas desgarradoras de casas bombardeadas, cientos de miles de heridos y muertos, familias desplazadas, desesperadas. Y uno se pregunta: ¿es que los que apoyan y realizan estos ataques no ven las consecuencias?, y cree que si vieran a esos niños que sostienen cacerolas vacías y lloran desconsolados porque mueren de hambre, se conmoverían. Pero no es que no sepan, es que no les importa.
Una amiga que participó en la campaña 40 días por la vida, dice que creía que las mujeres abortan engañadas pensando que se deshacen de un bonche de células, pero que si vieran en un ultrasonido a su bebé, no lo abortarían. Comprobó que no es que no sepan, es que no les importa.
Circulan mensajes y videos que se supone son del Papa, pero no lo son. Y muchas personas los reenvían aún cuando alguien les ha advertido que son falsos. No es que no sepan, es que no les importa engañar y desorientar a sus contactos.
Son sólo 3 ejemplos que muestran que hay una preocupante epidemia de indiferencia.
A demasiada gente ya no le importa matar, herir, mentir, dañar a los demás. ¿Qué podemos hacer, ir de mal en peor o acaso hay remedio?
El escritor Elie Wiesel, premio Nobel de la paz, decía que lo contrario del amor no es el odio, sino la indiferencia’.
Así que para combatirla se requiere amor: amar a Dios y amar a los demás como Él los ama, lo cual debe traducirse en desear y procurar, siempre y solamente, su bienestar, físico y espiritual.
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