Su silueta es inconfundible. Cuando vemos una imagen con tres hombres con corona, turbante y capa, que cabalgan por el desierto sobre unos camellos (los más imaginativos los representan a uno sobre un camello, a otro sobre un caballo y a otro sobre un elefante),  bajo un cielo lleno de estrellas en el que destaca una especialmente grande y brillante, sabemos de inmediato quiénes son: los sabios de Oriente que acudieron a adorar al Niño Dios, mejor conocidos como Santos Reyes o Reyes Magos.

Como la Biblia dice que llevaban tres regalos (oro, incienso y mirra), suelen ser representados como 3 personajes, pero era imposible que hubieran emprendido ellos solos un viaje tan largo y tan peligroso, lo más probable es que los acompañaba toda una comitiva, y su presencia ha de haber despertado curiosidad y admiración en quienes los veían pasar. Eso podía haber inflado su ego, pero no fue así. ¿Cómo lo sabemos? Por la manera como reaccionaron cuando su cuidadoso plan se les vino abajo.

Consideremos esto: el Evangelio dice que salieron de su país porque vieron una estrella, interpretaron que anunciaba el nacimiento de un rey, y se dispusieron a ir a adorarlo. Dice que la estrella los guió, pero cuando ya estaban a punto de llegar, ¡se les desapareció!

Y dice mucho de ellos cómo reaccionaron cuando sucedió este inesperado desastre.

No se enojaron pensando que habían llegado hasta allí para nada. No se sintieron fracasados ni decidieron mandar todo a volar y regresarse.

Se atrevieron a tener un plan b, aunque éste implicaba bajar de su altura, admitir su ignorancia, y pedir ayuda.

Hicieron lo que tiene que hacer todo aquel que está perdido y quiere llegar a algún lugar: sencillamente preguntar.

No se empeñaron en seguir a ver si de ‘chiripada’ llegaban, como suele suceder con algunas personas, que cuando van a algún lugar y se pierden, primero muertas que preguntar, prefieren seguir dando vueltas y vueltas, pasando por el mismo lugar una y otra vez diciendo: ‘ahora sí ya sé por dónde’.

No pensaron que se iban a burlar de ellos que viajaron hasta acá sin saber a dónde iban, como pasa a mucha gente que por no preguntar y parecer ignorante un minuto, prefieren seguir siéndolo toda la vida.

No pensaron que para qué preguntaban, si esa gente seguro no tenía idea de dónde nacería el rey, como muchos que de antemano suponen que nadie puede ayudarles.

Nada de eso sucedió. Simplemente pidieron indicaciones y las recibieron.

Su ejemplo nos sirve de motivación para no temer preguntar pensando que nos van a criticar, que van a decir: ‘¿cómo es posible que él, que ella no sepa eso?’ que vamos a quedar en ridículo y todos los demás pensamientos negativos que dejamos nos invadan y nos paralicen e impidan pedir las indicaciones o aclaraciones que en un momento dado necesitamos, en nuestra vida de fe, para seguir adelante.

Pero lo que podemos aprender de ellos no paró allí.

Cuando ya iban a regresar, en la mañana en que emprenderían su viaje, probablemente alguno comentó que tuvo un sueño rarísimo y los otros se miraron mutuamente sorprendidos diciendo: ‘¡nosotros también!’ Y cuando se platicaron lo que soñaron, resulta que ¡soñaron lo mismo! A un ángel que les pedía que no volvieran a casa por donde habían venido, sino por otro camino.

Esta vez el ‘plan b’ ¡se los proponía Dios!

Y aunque había razones para no hacer caso, por ejemplo que se les facilitaría mucho más el regreso si desandaban sus pasos y pasaban por donde ya habían pasado, por sendas y poblaciones que ya les eran conocidas, fueron dóciles a lo que Dios les pidió y obedecieron.

De nuevo su ejemplo nos anima a estar dispuestos a que Dios nos cambie los planes, aun a última hora, a aceptar alternativas, caminos que no se nos habían ocurrido, que no habíamos imaginado, y tengamos la certeza de que nos guiará y sostendrá con Su gracia.

En este año que comienza, aprendamos de los Reyes Magos a confiar en que mientras peregrinamos por este mundo estamos en manos del Señor, y lo que Él permita, cambie y proponga será siempre lo mejor.

Alejandra Sosa

Es escritora católica y creadora del sitio web Ediciones 72, colaboradora de Desde La Fe por más de 25 años.

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