Con base en un acróstico formado por las letras de la palabra Adviento, aquí tienes 8 propuestas para aprovechar este tiempo de preparación para la Navidad:
En Adviento inicia el año litúrgico, buen momento para agradecer lo sucedido en el año que termina. En el Evangelio vemos a Jesús agradeciendo a Su Padre con estas palabras: “gracias, Padre, porque así te ha parecido bien” (Lc 10, 21). Qué lindo que agradezcamos así a Dios por todo lo que nos ha concedido y lo que no; vivir en clave de gratitud, sensibilizarnos a reconocer que lo que cada día nos parece ‘normal’ es en realidad una gran bendición.
El mundo nos orilla a prepararnos para pedir y recibir. Los niños preparan ‘cartitas’ al nefasto santa Claus, que se ha apoderado de la Navidad, y a los Reyes Magos, y todo es pedir. ¿Alguno escribe preguntándoles qué puede hacer por ellos?, ¿alguno escribe luego para agradecer los regalos? Aprovechemos el Adviento para ir a contracorriente, cambiar el enfoque y en lugar de pensar qué podemos recibir, pensar qué podemos dar. La Oración Colecta del Primer Domingo de Adviento nos anima a realizar obras de misericordia. Si hacemos al menos una diaria, podremos descubrir que es verdad lo que dijo Jesús: “mayor felicidad hay en dar que en recibir” (Hch 20, 35).
En el Evangelio también vemos que en cuanto María supo que su prima anciana Isabel estaba embarazada fue a visitarla para ayudarla (ver Lc 1, 39-45), y su visita causó en ambas gran alegría. Solemos conformarnos con encontrarnos con otros por email o celular. Este Adviento visitemos a alguien en persona, y vayamos como María, con Jesús en nuestro interior, es decir, con amor, con deseo de servir, de ayudar, de llevar consuelo a alguien que está enfermo, solitario, en duelo…
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Cada año muchos entran en la dinámica de gastar para regalar, incluso endeudarse con tal de apantallar. Hay que idear nuevas tradiciones y maneras de festejar fuera de lo comercial. Por ejemplo, hay familias que se dan regalos no comprados sino elaborados por cada uno. Otras se dan los regalos en san Nicolás, el 6 de diciembre, y así en Navidad la atención se centra en celebrar al Niño Dios. Otras se regalan ‘vales’ con promesas para ayudarse en algo o realizar juntos alguna actividad.
Ya que inicia un nuevo año litúrgico, podemos también empezar algo nuevo. Por ejemplo, empezar a practicar una devoción, algún apostolado, la lectura diaria del Misalito, ir entre semana a Misa, un buen libro, etc. El punto es crear un hábito bueno que luego continuemos practicando durante todo el año.
Jesús está siempre con nosotros. Nos sostiene, ilumina, consuela y fortalece. Pero con demasiada frecuencia lo ignoramos, en todo el día no le hablamos ni pensamos en Él. Procuremos en este Adviento mantener durante el día la conciencia de la presencia amorosa de Jesús, notar el modo como nos manifiesta Su cercanía, Su amorosa presencia, lo que hace por nosotros.
Las Lecturas que se proclaman en Adviento hablan de transformaciones que parecían imposibles: que de las espadas se forjen arados y de las lanzas podaderas (ver Is 2, 1-5), que convivan el lobo y el cordero (ver Is 11, 1-10), que un yermo seco se cubra de flores (ver Is 35, 1-6.10). Es que con la gracia de Dios todo se puede. Pidámosle nos ayude a transformar lo que parecía imposible: un rencor en perdón; esa característica nuestra que suele ser defecto, en virtud; ese encerrarnos en nuestras propias necesidades en un salir de nosotros mismos para ayudar a los demás.
En las lecturas de adviento se nos pide que cuando venga el Señor, nos encuentre esperándolo en oración. Es importante, indispensable y urgente, que dediquemos tiempo a la oración, al diálogo con Dios, a poner en Sus manos lo que nos preocupa, y también a disfrutar Su presencia y afianzar nuestra relación de amistad con Él.
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