En agosto, aprovechando que los estudiantes todavía no regresan a clases, hay familias que salen de vacaciones, a ver a sus parientes o a visitar algún bonito lugar. Es bueno poder descansar, ‘desconectarse’ de la rutina diaria para ‘cargar baterías’ y retomarla luego con renovado ánimo. Pero aún estando de vacaciones, hay cosas de las que no conviene desconectarse, de las que no hay que descansar. Considera estas siete:
Ir de viaje o de paseo no es razón para dejar de orar, al contrario, se puede practicar un nuevo modo de orar que revitalice tu oración. Si por ejemplo en casa sueles sentarte a rezar el Rosario, en vacaciones puedes rezarlo caminando por un lugar hermoso. Si sueles rezar en tu iglesia, rézalo en la parroquia o la Catedral del sitio que visitas. Mantén constante tu diálogo con Dios.
Hay quien dice: ‘de viaje, no obliga la Misa’, y ya ni averiguan si hay alguna iglesia católica cerca o si se habrá Misa dominical en el salón del hotel. Al vacacionar no hay que perder la oportunidad de dar gracias a Dios, de recibir Su perdón, Su Palabra, de entrar en Comunión con Él. Además es precioso comprobar la universalidad de la Iglesia, pues no importa a dónde vayas, la Misa es la misma, y te sientes en casa.
Personas que en casa se portan caritativamente con los necesitados, cuando están de vacaciones se vuelven déspotas y prepotentes con quienes les atienden, por ejemplo con quien asea el cuarto, los meseros y demás personal del hotel e incluso a otros huéspedes o personas con las que se encuentran. Una vez en una playa en Acapulco unos vendedores ambulantes, agobiados por el calor, tras estar recorriendo la playa de arena ardiente, bajo el sol que caía a plomo, se resguardaron en la sombrita de la palapa de un hotel. Tarde se le hizo a un huésped para pedir que los echaran. No los quería cerca. Ignoró (en el sentido de no saber y de no hacer caso) que todos somos hijos del mismo Padre. En vacaciones no hay que descansar de cumplir lo que Jesús nos manda: que nos amemos unos a otros como Él nos ama (ver Jn 15, 12).
Todos los días toma un tiempo para dar gracias a Dios por lo vivido en esa jornada, por ejemplo un bello paisaje, alguien o algo nuevo que conociste, un rato agradable que pasaste.
A donde sea que vayas busca el modo de ayudar a alguien, de aportar algo, de hacer una diferencia. Y si por alguna razón no puedes salir de vacaciones, tal vez puedes ayudar a que alguien que conoces sí pueda descansar, aunque sea un día. Tal vez puedas ofrecerte para realizar alguna labor que dicha persona realiza, para que pueda tomar el día libre, tener un respiro. Y a ti también te servirá de vacación hacer algo distinto.
Es un tiempo estupendo para profundizar en tu fe, por ejemplo leer el Catecismo, o el Evangelio (en www.ediciones72.com hay cursos de Biblia gratis, chécalos). Lee un poquito cada día, reflexiónalo y comparte lo que reflexionaste.
A donde vayas habrá alguien para quien tú seas la única persona católica que conozca. E inevitablemente te observará. Procura que, como pidió Jesús, tus buenas obras muevan a otros a dar gloria a Dios. Que no digan: ‘mira nada más qué borrachera se pusieron esos católicos’, ‘¡qué tiradero dejaron ’, ‘¡qué mal se portaron!’, sino que queden bien impresionados.
En el Encuentro Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, la gente quedó impactada al ver que había millones de jóvenes que recorrían las calles a todas horas, y ni un solo disturbio, ni una pared graffiteada, ni un escaparate roto, ni basura en las calles. Fue un testimonio silencioso que habló muy bien de ellos.
En vacaciones no hay que descansar de las virtudes, hay que aprovechar cada oportunidad para ejercerlas con la gracia de Dios, al interior de la familia y con los demás. El descanso beneficiará el cuerpo, ejercer las virtudes, el alma.
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