¿Te ha sucedido hacer ‘propósitos de año nuevo’ que se han quedado en eso, en propósitos que nunca cumpliste? ¿Sabes a qué se debió? A que probablemente cometiste, sin querer, uno o varios de los errores que comúnmente cometemos al hacer nuestros propósitos, sobre todo cuando se trata de propósitos espirituales:
Si haces muchos propósitos, por buenos que sean, te abrumarás intentando cumplirlos todos y puede ser que al final no cumplas ninguno. Como dice el dicho: ‘el que mucho abarca, poco aprieta’. Pregúntate cuál es tu defecto dominante, o tu peor hábito, y proponte trabajar en eso. San Francisco de Sales pasó diecinueve años trabajando un mismo propósito: dominar su mal carácter. Perseveró y lo consiguió.
Si te propones algo así como ‘ser mejor’, tu buen propósito se quedará en el aire, no aterrizará en nada concreto. Ponle nombre, rostro, lugar, especifica a qué te refieres en particular y con quién, cómo, cuándo o dónde te propones realizarlo.
Es bueno que te propongas metas altas, pero no tan altas que estén fuera de tu alcance. Sé realista. No te propongas algo imposible. Que tu buen propósito te mueva a esforzarte, no a frustrarte.
Decía san Francisco de Sales que no basta con hacerse buenos propósitos, sino que hay que poner los medios para cumplirlos. Por ejemplo, si te has propuesto orar diario, aparta el tiempo necesario.
Pululan en las redes sociales mensajes que afirman que tú puedes lograr lo que te propongas, sea lo que sea; y ‘cursos de superación personal’, que ponen el énfasis sólo en el ‘yo’. A mucha gente le encanta pensar que lo puede todo, pero se engaña. Ya lo dijo Jesús: “Sin Mí no podéis hacer nada (Jn 15, 5c). Si quieres lograr tus buenos propósitos, encomiéndaselos al Señor.
No basta con escribir los propósitos y guardar la hojita en un cajón (real o virtual). Ponla donde puedas verla al despertar y antes de irte a acostar. En la mañana, pide a Dios ayuda para cumplir tu buen propósito. Y en la noche examina si lo lograste. Si fue así, dale las gracias; y pídele que te ayude a mantenerte; si no lo conseguiste, pídele que te ayude a volver a intentarlo al día siguiente.
‘No hay peor lucha que la que no se hace’. El modo más seguro para no cumplir los propósitos es ¡no hacer propósitos! Pero eso es inadmisible. Como creyentes, vivimos a contrapelo del mundo, si no luchamos por avanzar, ¡nos lleva la corriente! Tenemos que esforzarnos por nadar río arriba, lo cual implica proponernos mejorar, cambiar, renovar, fortalecer algo cada día. Decía Tomás Kempis en su maravilloso librito ‘La imitación de Cristo’, que ‘si cada año lográramos desterrar un vicio (es decir, un pecado en el que solemos caer), bien pronto seríamos santos’. Así que ¿cuál te propones desterrar este año?
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