Según se puede deducir de cientos de entrevistas a católicos que se han alejado de la Iglesia, y también a quienes han permanecido en ella, los primeros suelen tener solamente dos razones para irse, mientras que los segundos tienen muchas más para quedarse. Las dos razones por las que la gente suele dejar la Iglesia son éstas:
Hay católicos que solamente fueron bautizados e hicieron su Primera Comunión, pero luego no siguieron aprendiendo nada respecto a su fe. No leían la Biblia, no oraban, dejaron de ir a Misa o iban a aburrirse. No tenían una relación personal con Jesús ni sabían que Él estaba realmente presente en la Eucaristía. No les importó alejarse porque no tenían ni idea de lo que abandonaban.
También hay católicos que cuando un padre los regañó, o no estuvo disponible para realizar algo o en el momento en que se lo pidieron, o tal vez cometió algo grave que los escandalizó, se alejaron de la Iglesia. Tristemente permitieron que el pecado ajeno les estorbara en su propia relación con Dios.
Quienes no por costumbre, sino por convicción permanecen en la Iglesia, dan infinidad de razones. Las más mencionadas son las siguientes:
1. Origen. La Iglesia Católica es la única fundada por Cristo (ver Mt 16, 18). Todas las demás iglesias han sido creadas por hombres.
2. Continuidad. Hay quien cree que en el siglo I la Iglesia se corrompió, y así se quedó hasta que vino el fundador de x denominación, y la restauró. Eso es falso. La Iglesia se ha mantenido desde su inicio, la sostiene Cristo, que prometió que los poderes del mal no prevalecerían sobre ella. El Papa es sucesor de san Pedro, en línea ininterrumpida.
3. Verdad. Hay quienes afirman que sólo hay que creer lo que viene en la Biblia (por cierto, un principio auto-destruible, pues no viene en la Biblia), pero leer la Palabra de Dios por propia cuenta se presta para llegar a las más diversas y falsas interpretaciones. Jesús prometió a la Iglesia enviar Su Espíritu Santo para guiarla a la Verdad. Ella fue la que compiló la Biblia, y la que sabe interpretarla y enseñarla sin error.
4. Presencia Real de Cristo. En Jn 6, Jesús dijo que hay que comer Su Carne y beber Su Sangre para tener vida eterna. No hablaba simbólicamente. Y desde que instituyó la Eucaristía, en cada Misa se hace realmente presente, para que podamos contemplarlo, comulgarlo, unirnos íntimamente a Él. Cumplió Su promesa de quedarse con nosotros.
5. Santidad. La Iglesia enseña que, aunque la salvación nos la da el Señor, Él espera que nos esforcemos en cumplir Su voluntad. Y por eso nos ofrece todo lo que necesitamos para la santidad: sus enseñanzas, los Sacramentos, la Biblia, la oración…
6. María y los santos. Jesús eligió la mejor Madre y ¡nos la compartió! Ella nos ama y le pide por nosotros. También los santos y santas nos ayudan con su ejemplo e intercesión.
7. Sabiduría y experiencia. La Iglesia nos ofrece dos mil años de sabiduría en su enseñanza y en los escritos de hombres y mujeres sabios y santos. Puedes confiar en que es cierto, y no cambiará, lo que enseña el Catecismo de la Iglesia Católica.
8. Bondad. La Iglesia Católica es la institución que más ayuda humanitaria da en todo el mundo. Cuando hay un desastre es la primera en llegar porque ya estaba allí, ayudando, y cuando pasa la emergencia y todos se van, ella se queda.
9. Universalidad. La Misa es semejante en cualquier lugar del mundo. La liturgia no depende del gusto del pastor.
10. Belleza. La Iglesia nos anima a usar los sentidos en nuestra vida espiritual, y nos ofrece extraordinaria belleza en edificaciones, pinturas, esculturas, música, vitrales, cirios, flores
11. Variedad. Puedes rezar con los escritos de los santos, o con tus palabras; adorar a Dios cantando y aplaudiendo, o arrodillarte en silencio ante el Santísimo; ayudar a los necesitados en tu parroquia, o ir de misión al otro lado del mundo. ¡Hay algo para todos los gustos!
12. Esta doceava razón y otras que se te ocurran, piénsalas y compártelas.
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