DESDE AYER SÁBADO 12 de octubre, y lo que resta del mes, el cometa Tsuchinshan estará lo más cerca posible del planeta Tierra (solo 70 millones de kilómetros), y si no lo puedes ahora -aunque tengas telescopio- tendrás que esperar 80 mil años para que vuelva a pasar; así son los cometas: ocasionales, poco perceptibles al ojo humano, casi fugaces y con un rumbo nada común… VOLVAMOS A ESTE PLANETA en donde la Iglesia está viviendo un acontecimiento muy especial, y aunque para muchos resulta lejana, la experiencia del Sínodo de los Obispos va adelante en el Vaticano, con la presidencia del Santo Padre y la participación de muchos bautizados, tanto directa como indirectamente; no sobra decir que este proceso inició en 2021 y que ha tenido diversas etapas y muchos participantes… Y COMO LOS TERRÍCOLAS somos expertos en complicarnos la existencia, eso mismo ha sucedido con el Sínodo cuyo tema central es la sinodalidad, es decir, el modo como debemos seguir avanzando como bautizados, con los dones y carismas propios de cada quien, con el ministerio y la participación de cada cual, con la responsabilidad y la misión que Dios ha dado a cada uno de sus hijos… Y DIGO QUE NOS COMPLICAMOS porque no ha faltado quien ha visto en todo el proceso sinodal supuestos peligros que llevarían a contaminar la fe, o temas y puntos que nos llevarían a perder identidad, o participación de unos y otros que pondrían en riesgo la comodidad a la que rápido nos acostumbramos… EL PUNTO CENTRAL del Sínodo es sencillo y permanente, y sin pretender otra cosa que poner un poco de luz me atrevo a formularlo así: cómo seguir “caminando juntos” para que nuestra fe no se quede aprisionada, nuestra esperanza confundida y nuestra caridad limitada… DE HECHO, LA PALABRA Sínodo significa “caminar juntos” y desde ahí podríamos poner muchas bellas y sabrosas consecuencias: caminar en diálogo y participación, en fraternidad y cercanía, en colaboración y solidaridad, en respeto y en responsabilidad, en compañía y amistad, viendo para delante con esperanza y sin dejar de mirar atrás con gratitud, buscando crecimiento y superando deficiencias, arriesgando sensatamente en posibilidades pero sin descuidar el fundamento que nos da seguridad… EL ARCO DE LA VIDA HUMANA va de sesenta a ochenta años, en donde se vive la infancia, la adolescencia, la juventud, la edad adulta y la vejez; imagina que un niño quiere seguir siendo siempre niño o que un adulto quiere comportarse como infante (¡no!), o imagina que queremos que el niño se comporte como adulto y que el joven tenga la experiencia y conocimiento de un anciano (¡¿qué?!)… Y ASÍ COMO EN FAMILIA cada etapa tiene sus características y cada momento sus posibilidades, también en la Iglesia vivimos con las diferencias propias y con la misión común, con las circunstancias del ambiente particular y concreto pero con el objetivo de cumplir con la voluntad de Dios; el reto aparece cuando vemos que una familia cuenta con tal número de miembros y que en la Iglesia ¡somos tantos y tantos y tantos!… ES MUY NATURAL que siendo muchos lleguemos al punto que se complica la escucha y el diálogo, que llegamos a confundir opiniones o puntos de vista, descuidando verdades básicas y finalidades precisas; que no nos espante lo distraído y descuidados que llegamos a ser, y que nos renovemos siempre volviendo a lo importante y central… Y COMO PARA ILUSTRAR que podemos ser diversos pero que tenemos que llegar a lo importante, traigo a mi memoria el ejemplo del Padre Chinchachoma (te recomiendo un artículo que apareció ayer en vidanuevadigital.com), que a muchos provocó incomodidad y rechazo, pero que no perdió de vista seguir transmitiendo el amor de Dios a los más lastimados y excluidos de la sociedad… TE DIRÉ QUE SU VIDA escapa a todo molde humano pero jamás se aparta de la divina voluntad que nos quiere salvar a pesar de nuestras miserias; te diré que cuando lo tuve cerca la primera vez hasta fruncí el ceño, pero apenas escucharlo percibí una cercanía con Jesús que le llevó a tamañas locuras por amor; yo no dudo que pronto se iniciará su proceso de canonización y hasta podría ser ejemplo de como “caminar juntos”, cosa que nos seguirá haciendo falta a todos los bautizados, incluido cualquier clérigo que parezca cometa (como yo)…

P. Eduardo Lozano

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