Ángelus Dominical

Soy y me digo católico porque Cristo Resucitó

ME HE ASOMADO A VARIAS columnas periodísticas y de opinión en páginas electrónicas de contenido católico y he constatado dos realidades que se repiten, y aunque no me asombran porque tengo claro que son muestra de nuestra pobre humanidad, me causan extrañeza en cuanto que no reflejan la alegría de Cristo Resucitado… POR UNA PARTE VEO que hay una lamentación terca en lo feo, difícil, problemático y hasta grotesco de nuestra humanidad (en cualquier lugar del mundo) que ya cruza el primer cuarto de este siglo XXI, ¡y eso es real!, pues no superamos nuestra situación de pecado, de fragilidad, de alejarnos una y otra vez de Dios, infinitamente bueno… A LA PAR CONSTATO un pesimismo y criticonería –también tercos- ante lo que sucede al interior de la Iglesia, como si Cristo hubiera muerto y resucitado por ella siendo ya pura y perfecta, como si por ser bautizados ya fuéramos impecables; ¡Cristo se entregó hasta el extremo para salvarnos, no para premiar qué cualidad o mérito humano!… QUIEN SE CONFIESA católico y puede presumir autenticidad, no es porque tiene sus documentos eclesiásticos en orden (por cierto, ¿cómo andan los tuyos?), ni porque se acuerda de la Virgen de Guadalupe cada 12 de diciembre, ni porque es amigocho del señor cura y/o tiene una tía que es monja y cumplió 87 años, ni porque siempre, siempre, siempre le pide a Dios con muuuuucha fe, ¡noooo!… EXTIENDO LA LISTA de tales catolicidades de azúcar (pido una disculpa si el término ofende a alguien, que no es esa mi intención, sino subrayar el centro de nuestra fe), y en ella incluyo a quienes escribiendo y diciéndose católicos siguen anclados a un pesimismo de a tostón, a quienes teniendo un “blog” de mucho éxito y teniendo más ínfulas que el Papa no dejan de repartir culpas por docena, a quienes amparándose en todos los santos siguen llenando el infierno de sus no-simpatizantes… EL HIJO ETERNO DE DIOS se hizo hombre, murió en la cruz y resucitó de entre los muertos: tal es el centro y culmen de nuestra fe y es lo que nos identifica con Jesucristo; y de verdad tan rotunda se tienen bellas consecuencias, se tiene Luz que viene de lo alto, se goza de la Verdad que Jesucristo nos enseñó, se posee en primicias la Vida Eterna, se avanza en el Camino sin entretenerse en vereditas… YA QUE CONFESAMOS QUE Cristo resucitó: ¿a qué viene tanta queja como si la esclavitud continuara?, ¿de qué sirve tanta condena como si el sepulcro fuera nuestro destino?, ¿a qué ayuda tanta amargura como si Dios gustara de lo echado a perder?, ¿hay alguna ganancia en seguir doliéndonos y presumir nuestras miserias cuando “para ser libres nos liberó Cristo” (Gál 5,1)!… ESTOY MUY EN CONTRA de pintar la realidad de rosa como si de fábula o cuento se tratara, pero estoy más en contra de tomar oficio de plañidera perpetua, de llorona interminable, de emisor de lamentos hasta el infinito; ¡mucho agradezco el ejemplo de las llamadas Madres Buscadoras, que no se han quedado en la pena de una cruz ignominiosa, sino que ponen manos a la obra no sólo para encontrar aunque sea un mínimo resto, sino para evitar que a alguien más le suceda lo que sufren!… SOPORTA UN POCO mi insistencia: soy y me digo católico porque Cristo Resucitó, y la consecuencia lógica y natural es anunciar y cooperar en la construcción de su Reino que es vida, paz, justicia, verdad, luz, gracia y amor; y ni desconozco ni me evado de los signos de muerte que son consecuencia del pecado, pero hacerles eco y publicidad ¡ni para qué!… SI TÚ ERES CATÓLICO y buscas serlo en serio, no sólo le pidas a Dios que a todos nos ayude y ni te conformes con tu Misa Dominical; busca y ve la manera de seguir poniendo luz que disipe tanta oscuridad, haz de tal modo que se multipliquen las palabras de crecimiento y unión, hazte presente pero no de mero bulto y/o sombra sino como piedra viva que sirva a la edificación de la Iglesia, procura ser sal que da sabor a la comida y previene la corrupción, que para eso nos eligió el Redentor del mundo (Mt, 5, 13), y por cierto: ¿qué comerás hoy, Domingo de Resurrección?

P. Eduardo Lozano

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