“SANTO, SANTO, SANTO es el Señor Dios del universo” tal así comienza el himno con que concluye el prefacio de la Santa Misa y precede al momento de la consagración, entonces nos arrodillamos y con el corazón devoto no solo recordamos -¡más bien conmemoramos!- lo que Jesús nos entregó en la Última Cena: su presencia como alimento, su entrega como ejemplo, su amor como herencia inagotable…

LA PALABRA TRISAGIO (de raíz griega) indica que Dios es tres-veces-santo; pero no te hagas bolas con la aritmética y me vayas a decir que si Dios es Santo ¡pues con una vez basta y es para siempre!, y no le hacen falta repeticiones, como si de ensayo se tratara o como si desde la primera no fuera en serio: cuando los humanos repetimos una palabra –de ordinario tres veces- es como para subrayar lo serio y contundente de lo que se afirma…

“DALE, DALE, DALE, no pierdas el tino” es apenas mínimo ejemplo de lo dicho; y como si faltara otro más, recuerda aquello de “La guadalupana, la guadalupana, la guadalupana bajó al Tepeyac”; y ya para que se refuerce con la tercera –que es la vencida- permíteme decir: México, México, Ra! Ra! Ra!…

OTRO MODO DE proclamar la santidad de Dios la hemos heredado de los primeros siglos de la Grecia cristiana, que desde el siglo V ha proclamado: “Agios o Theos, Agios Iskyros, Agios Athanatos, eleison imas”, y antes de que lo pronunciemos en español, tuvo que pasar por la lengua latina: “Sanctus Deus, Sanctus Fortis, Sanctus Inmortales, miserere nobis”, o sea: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten misericordia de nosotros…

TE VOY A PEDIR QUE no te quedes con lo frío y seco de estas letras en papel (o en pantalla), sino que te atrevas a buscar en “youtube” estos cánticos, y te recomiendo la interpretación de David Ianni por la sencilla razón de que retoma y conserva la letra tradicional, pero la ejecuta con una ambientación y voces muy propias de nuestra cultura cosmopolita y sigloveintiunera…

SÉ MUY BIEN QUE en gustos se rompen géneros y que la música que resulte de tu búsqueda tal vez esté marcada por siglos de existencia, que le dan solemnidad y seriedad; y hablando de géneros y gustos advierto que aquí el orden de los factores sí q ue altera el producto, pues si rompemos géneros solo por el gusto, ¡ya estaremos pisando más que chueco y en suelo resbaloso!…

AYER, SÁBADO 25 de marzo celebramos la Anunciación del Señoro Encarnación del Verbo (el ángel del Señor anunció a María ¡y concibió por obra del Espíritu Santo!), y tuvimos oportunidad de volver a leer el evangelio de San Lucas (1, 26-38), que no repetiré aquí para que en casa abras tu Biblia y lo disfrutes con serenidad y devoción, lo que te pediré es que leas esos versículos pero teniendo de fondo el trisagio, es decir, proclamando que Dios es Santo, Santo, Santo…

EN EL ANTIGUO TESTAMENTO el concepto de santidad se expresa en términos de “perfección”, “separación”, “distanciamiento”, por eso Dios está lejos de nuestras miserias e imperfecciones, está separado y distanciado porque nadie puede ver a Dios y seguir vivo (Ex 33, 20); sin embargo, el salmista busca el rostro de Dios con gran deseo: Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro (Sal 27, 8)…

EN EL NUEVO TESTAMENTO es Dios quien viene al encuentro del hombre y con Jesús el concepto de santidad tomó el matiz de cercanía, de presencia, de abrazo paternal amoroso (¡vuelve a leer la mejor llamada parábola del Padre misericordioso! Lc 15, 11-32); con Jesús, Dios se pone a nuestro alcance al punto que hemos de lograr nuestra propia perfección a semejanza de la suya (Mt 5, 48)…

CON EL PASO DE LOS AÑOS el concepto de santidad también sirvió para designar a los miembros de las primeras comunidades de bautizados, y hoy llamamos santos a los hombres y mujeres que han avanzado en el cumplimiento de la voluntad de Dios, dándonos ejemplo e intercesión y que son reconocidos oficialmente por la Iglesia con la canonización…

SEGUIREMOS DICIENDO que Dios es “tres veces Santo”, y que nos comparte su amor y misericordia haciéndonos santos como Él; y más que ser santos que hacen milagros y tienen aureola, somos santos desde que Jesús se hizo como nosotros y nos enseñó a vivir según la voluntad de Dios; ya para terminar te dejo una tarea: reza el Padrenuestro reflexiva y lentamente, descubriendo ahí un precioso instructivo para ser auténticos hijos de quien es Santo, Santo, Santo (y recuerda el dicho que dice: hijo de tigre, ¡pintito!)…

P. Eduardo Lozano

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