AYER: La película “Quo Vadis” (1951) es una bella ficción que trajo a la pantalla grande el enfrentamiento entre el imperio romano y los primeros cristianos que se multiplicaban profusamente movidos por el testimonio de los mártires. La figura del Apóstol Pedro se mueve de modo singular: de la clandestinidad y el miedo llega a la valentía de alentar a los condenados a muerte anunciándoles la Patria Celestial y a proclamar el reinado perpetuo de Cristo. Y aunque los sucesores del Pescador Apóstol están llamados a ser cabeza visible de la Iglesia, no siempre han llegado hasta la Luz dejando atrás las miserables sombras. Son mortales como todos.

HOY: La figura del Papa es insustituible en la Iglesia: ni el bautizado más auténtico, ni el teólogo más ilustre, ni la monjita más piadosa, ni la congregación más fiel, ni el grupo más comprometido y exitoso podrán erigirse por encima del Obispo de Roma. Y la razón no está en que tal ministerio le cubra de un manto de excelsitud, o que por llegar a ser Papa en automático deje de ser humano, ¡no! El sucesor de Pedro –recibe con amabilidad mi afirmación- sigue siendo pescador y sigue ofreciendo la pobre barca de su humanidad para llevar a Cristo mar adentro, obedeciendo su Palabra cuando le diga hacia donde lanzar las redes. El Papa Francisco es tan Papa como humano.

SIEMPRE: Jamás faltarán pretextos –y en ocasiones hasta buenos argumentos- para criticar al Santo Padre, y tal parece que casi siempre son nuestros gustos y prejuicios personales los que se anticipan a juzgarlo hasta con cierta impiedad. Dejemos claro que como miembros de la Iglesia –tú y yo y cualquier otro bautizado- tenemos la hermosa y urgente tarea de respaldar y apoyar el ministerio papal a como dé lugar. Esto no significa que cerremos los ojos a la natural fragilidad humana, más bien hay que seguir profundizando en lo especial y valioso, en lo importante y significativo de su ministerio. A fin de cuentas, fue Cristo quien constituyó a Simón como piedra, como Pedro al frente de su Iglesia. Ni tú, ni yo.

P. Eduardo Lozano

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