SEGURAMENTE CONOCES A San Rafael Guízar y Valencia, compatriota nuestro canonizado en 2006, fue obispo de Veracruz y está sepultado en la catedral de Xalapa; no quiero abundar sobre su persona, sólo decirte que gracias a él tenemos un canto que muchos aprendimos desde la infancia, bello y sencillo, y que te invito –antes de continuar- a que lo hagas en lo discreto de tu corazón: ¡Oh, Virgen Santa, Madre de Dios!, sois la esperanza del pecador… ¿QUÉ OTROS PERSONAJES de la historia de la Iglesia conoces con el nombre de Rafael?; entre ellos están San Rafael Arnaiz, cuya vida es breve pero intensa: de patria española, fue monje de clausura apenas cuatro años, en los que enfrentó una enfermedad terminal sin descuidar su entrega generosa como oblato trapense… HAY OTROS MUCHOS con el nombre de Rafael (un cantante, un tenista de apellido Nadal, otro que fue boxeador y uno más en el futbol), y no quiero detenerme en tantos homónimos, sino profundizar en el origen de este nombre, que significa: medicina de Dios… El arcángel que aparece en el Antiguo Testamento, en el libro de Tobías, es el primero que lleva este nombre; siendo un libro deuterocanónico no está contenido en biblias que no son católicas, pues no reconocen libros con influencia helenista, como el libro de la Sabiduría, Job, de los Macabeos y otros más… La narración del libro de Tobías es pedagógica más que histórica, y esto no le resta nada de su valor como Palabra de Dios, pues la finalidad es mostrar como asiste Dios en medio de la necesidad, cómo su mano amorosa se manifiesta en sus enviados especiales, los arcángeles… Tobías debía contraer matrimonio y era necesario hacer un viaje riesgoso en busca de la esposa adecuada; Dios no queda ajeno y le envía a Rafael como compañero de camino, quien además es consejero y guía calificado… Llegó el momento en que Tobías debe vencer al demonio que atormentaba a Sara, su prometida con quien finalmente contrae nupcias (¡ahí hay una oración preciosa para los esposos!); de vuelta a la casa paterna, Rafael le aconseja llevar las vísceras del pescado que han comido para poder curar la ceguera de su padre anciano: ¡todo bonito y bello!… Esta narración no puede quedar solo como una bella historia, es necesario que nos apropiemos del personaje enviado por Dios; estoy con la seguridad al 99% de que tú –amable lector- no te llamas Rafael(a), pero tengo la seguridad al 1000% de que también debes ser “medicina de Dios” para quien te rodea… Y como si fuera una clara contradicción, al mismo tiempo que todos buscamos y queremos la salud, parecería que andamos procurando enfermarnos hasta de lo que todavía no existe: comemos tacos de carnitas pero con refresco dietético, nos malpasamos por tener tanto trabajo y al rato aparece la gastritis, pensamos que la desvelada no traerá consecuencias y el insomnio no tardará en llegar… PEDIMOS A DIOS la salud pero como un buen deseo, como fantasía que llegará aunque nos descuidemos; suplicamos estar sanos como para desperdiciar tesoro tan especial; fíjate lo que decía San Benito Abad: a Dios orando y con el mazo dando, es decir, lo que pedimos en la oración hay que procurarlo como si todo dependiera de nosotros mismos… BUSCAR LA SALUD inicia desde antes del amanecer, al caminar derechito, al evitar la contaminación, al comer con equilibrio y moderación, cuando bebes lo adecuado, cuando haces deporte, cuando mejoras tu conversación, cuando mantienes tu aseo y el de tu entorno, cuando prefieres el orden al caos, cuanto te desentilichas y te desentelarañas… YO RAFAEL, TÚ RAFAEL, él Rafael, todos hemos de ser “rafaeles” porque quien está sano ya es medicina para los demás, quien cuida su propia salud, también procura la ajena; date cuenta de lo siguiente: quienes estamos alrededor de un enfermo también nos contagiamos de algún modo y no precisamente con la misma enfermedad, nos enfermamos de preocupación, de incertidumbre, de angustia y perder el horizonte lleno de esperanza… JESÚS DIJO CON CLARIDAD: ¿Cómo te atreves a decirle a tu hermano que le quitas la paja de su ojo, si en el tuyo llevas una viga?, esto lo podemos traducir al campo de la enfermedad: Sé medicina para ti mismo y podrás serlo para otros, cuida tu propia salud –corporal, mental, espiritual- para poder ser Rafael: medicina de Dios…

P. Eduardo Lozano

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