AYER: Ya es pasado: vivimos una jornada electoral como nunca y estamos ante un escenario de retos y desafíos como siempre. Al igual que en tantos momentos especiales de pueblos y naciones, ha terminado una etapa prevista y empieza otra. Ha muerto el rey, ¡viva el rey! No han faltado sucesiones en paz y orden, pero la tónica común avanza en tónica de rupturas y desencuentros, buscando cambios y renovaciones que no son del gusto generalizado, ordinariamente. Podemos constatar que la madurez de un pueblo se manifiesta en las instituciones y mecanismos de gobierno que no dependen de una sola voluntad -menos si es de talante dictatorial- y en donde la participación de los ciudadanos está marcada por la responsabilidad y la libertad.

HOY: Digámoslo claramente: no hemos llegado a un edén de ensueño, a la Tierra de Jauja o a “Neverland”. Al emitir un voto personal, se ha conformado una voluntad popular según los lineamientos marcados por las leyes. Y más allá de la situación que hayan alcanzado los personajes políticos, sigue siendo imperativa la responsabilidad de cada ciudadano y de cada organización o institución, para que avancemos en orden y justicia para todos. Así que ni el berrinche de unos ni la arrogancia de otros tienen cabida en una auténtica democracia. Seguimos urgidos de un respeto mutuo, de la unidad común, de la suma de voluntades más allá del encono al que pueden llevarnos colores o partidos.

SIEMPRE: ¡Que la claridad siempre nos ayude! Porque quienes pretenden seguir enturbiando las aguas no harán sino evidenciar su hipocresía política. Veamos que la democracia es herramienta para lograr el objetivo mayor y no un fin en sí mismo, que la democracia ha de llevarnos a la convivencia en paz y orden, en respeto y justicia reales, en trabajo y superación para todos. ¡Que la claridad siempre nos impulse! Porque quienes se estacionan en un nicho de confort y se aferran a él hasta con maquillajes de supuesto amor al pueblo (lobos con piel de oveja, diría Jesús) no hacen sino cavar más honda la tumba de su soberbia política y ahí terminarán. ¡Que nos quede claro!: siempre hemos de avanzar y construir, jamás quedarnos resignados ni destruidos.

P. Eduardo Lozano

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