Ángelus Dominical

Nicea, una huella que seguiremos con fidelidad

HOY ESCRIBO OBLIGADO dulcemente por el tema aquí expuesto en dos domingos pasados –el Concilio de Nicea- y aunque no sea ni historiador ni teólogo experto en el tema, créanme que disfruto mucho lo poco que aquí puedo exponer… MÉTETE A UNA MÁQUINA del tiempo y ubícate hace 1,700 años: la realidad de aquel entonces es más grande que cualquier fantasía del siglo XXI, pues aunque tenemos tecnologías que espeluznarían a cualquier antepasado, el entorno y la problemática a la que nos referimos, nos dejaría –también- espeluznados… LOS OBISPOS PARTICIPANTES en aquel Concilio tenían muy fresco el recuerdo y las heridas de las persecuciones sufridas en el Imperio Romano, y su asistencia a tal evento estaba ajena a la influencia de medios de comunicación, de intereses nacionalistas, de posicionamientos de izquierda o derecha, de progresistas o tradicionalistas: su misión era definir y profundizar el contenido de la fe católica, recibida, custodiada, defendida, hasta con el martirio… QUE JESUCRISTO ES EL HIJO DE DIOS (y todo lo que de él recitamos en el Credo) hoy nos lo desayunamos, comemos o cenamos –tú y yo y tantos católicos con un mínimo de buena catequesis- sin mayor dificultad, pero en aquel entonces estaba el riesgo -¡enorme!- de contaminar tal alimento con teorías e interpretaciones que surgían por doquier, ¡como si ya tuvieran tik-tok o instragram o cualquier plataforma que sirve de amplificador a ocurrencias de todo tipo!… LA VELOCIDAD Y LA DIFUSIÓN de cualquier contenido (datos o imágenes) hoy son el pan de cada día o la moronita de cualquier ratillo y generan una confusión tremenda, así que el diálogo e intercambio de argumentos entre los obispos de Nicea y el arribo a la profesión de fe netamente católica (universal), se logró por la fidelidad y claridad que ya llevaban en su corazón y en su cabeza… LO VUELVO A DECIR: en Nicea no se “inventó” qué dato de nuestra fe, ni se eligió qué camino o estrategia de tipo teológico o político; en Nicea se profundizó, se especificó y se proclamó una verdad que estaba en riesgo de contaminación mayor, y ahí está el aporte especial cuya huella seguimos y seguiremos con fidelidad… LA ENSEÑANZA DE JESÚS a sus apóstoles nos ha sido transmitida por medio de los evangelistas y ahí tenemos un punto de referencia común y universal, pero también fue transmitida por la enseñanza y la vivencia de tantos bautizados (jerarcas y laicos), de tantos eruditos teólogos y misioneros entregados, de místicos auténticos y predicadores fieles… QUE NO ESTÉ DE MÁS una sencilla recomendación, hecha con la más clara y recta intención que me es posible: no te fíes de cualquier ocurrencia teológica, pastoral o litúrgica dicha o difundida por ve-a-saber-quién, que el número de sus seguidores no es garantía de verdad, que la elocuencia con que dictan cátedra puede ser celofán que envuelve el engaño, que la popularidad de tal o cual no asegura la pureza de su discurso… LO AQUÍ DICHO TAMBIÉN somételo al cedazo más prudente, a la criba más meticulosa, a la crítica que busca la verdad y no a la que alienta el desconcierto y convoca a la duda, que eso es propio de quien es proclive al chisme y a la suspicacia; que te mueva -¡siempre!- la búsqueda de la verdad y no la golosina de la novedad, que te guíe una estrella permanente en lo alto del cielo y no la chispa fugaz que no deja rastro… POR FAVOR TEN EN CUENTA que la vida e historia humana no se resuelve en un tris ni se acaba en un tras; así que concluido el Concilio de Nicea no fue todo vida, dulzura y esperanza nuestra (así decimos de la Virgen María), continuó un valle de lágrimas que poco a poco fue abonando a la profesión de fe que hoy tenemos; o sea: da gracias a Dios porque de las crisis eclesiales siempre obtendremos un resultado mayor que supera nuestras expectativas… POR CIERTO: ¿TE HAS DADO cuenta de tantos que se alegraron por la elección del Papa León y ya empiezan a salpicar con dudas (hasta necias) nacidas de su propia y minúscula autoridad autoavalada por su impacto mediático?; algo parecido sucedió después de Nicea, así ponte bien almeja, porque el movimiento del mar nunca se detiene…

P. Eduardo Lozano

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