EN UN RÁPIDO TRIS-TRAS –no más- he podido volver a caer en la cuenta de lo vulnerable y frágil que soy; y estaré hablando en primera persona con toda la intención de que te sientas involucrado –amable lector-, como si tú mismo fueras quien ha experimentado lo que viví hace un par de días: que la vida, la integridad, la salud, la seguridad de cada quien pende de un hilo finísimo, sutil…

NO SE ENFRÍA RÁPIDO el miedo ni desaparecen fácil las sospechas y dudas que surgen ante experiencias desagradables y no deseables para absolutamente nadie: quien sufre un accidente, quien recibe el diagnóstico inesperado, quien es víctima de robo, secuestro, fraude, calumnia, o cualquier otro tipo de injusticia, entienden perfectamente lo que estoy diciendo; siempre quedarán secuelas y hay que enfrentarlas con madurez…

LO QUE ME SUCEDIÓ es prácticamente insignificante en comparación con tantos y tantos casos que se conocen por doquier (¿quién no ha tenido noticia cercana de alguna situación realmente terrible?); no daré detalles abundantes ni precisos –sería morboso- y mejor apuntaré a lo que me ha ayudado a restablecer rápido la paz y la confianza…

EN AQUELLA NARRACIÓN del Antiguo Testamento –suculenta y dramática- que es el libro de Job, aparece Satanás en el escenario incitando a Dios para que ponga a prueba extrema a su siervo “intachable, recto, temeroso de Dios”; el enemigo vuelve a retar a Dios para que lo hiera en su cuerpo y se dé cuenta que lo maldecirá, pero Dios mismo pone un límite: “Ahí lo tienes en tus manos para herirlo, pero respeta su vida” (esto aparece en el capítulo 2, pero anímate a leer el libro completo)… ALUDO A JOB, el justo, porque cada ser humano puede tener ahí un espejo que refleja las vicisitudes y tragedias que vivimos, y porque también ahí hay un modelo para permanecer en obediencia y confianza en Dios: ¡Job es retrato de lo que somos y anticipo de lo que podemos ser!…

TODO PARECE INDICAR que fue un ladronzuelo ocasional y tal vez perturbado en sus facultades –no más- quien más que robarme lo material me robó –momentáneamente- el sueño, la paz, la confianza; y aunque el leve incidente sólo quedó en niveles menores, me dio ocasión para constatar en carne propia la vulnerabilidad que nos solidariza y el riesgo común a que estamos expuestos…

LA FANTASÍA DE POR SÍ es frenética y casi indomable, y con ella aparecen los “hubiera”, se multiplican las posibilidades –que sólo fueron posibilidades-, se inflan los monstruos, se exageran las realidades, y parecería que se nos acaba el piso pero ¡NO!; siempre será urgente que volvamos a poner los pies en la tierra y depositarnos en las manos de Dios…

NO ME QUISE QUEDAR como víctima y orienté mi pensamiento hacia los caminos por recorrer, así que no basta con tomar previsiones materiales (¡no hay que descuidarlas!), más bien hay que fomentar redes de apoyo y comunicación que favorezcan el restablecimiento de la paz y la confianza, que vivir sin ellas no es vivir…

Y AUNQUE PAREZCA fuera de sitio, el mismo hecho de comunicarte –amable lector- estos pensamientos, ya es parte de una invisible red que se tiende para librarnos del vacío, para no caer en la desesperación, para darnos cuenta –como decía aquella viejita- que “donde todo falta, Dios asiste”; ¡jamás te guardes las propias penas por pena, pero tampoco las publiques para re-victimizarte!, más bien platícalas en tono de sanación y previsión, tanto propias como ajenas…

LUEGO DE LO SUCEDIDO empecé a comentar con quienes me son cercanos, siempre en orden a establecer previsiones que no sean tremendistas y a fomentar la comunicación que nos humanice, que nos fraternice; el resultado sigue apuntando a caminos bellos y prácticos, pues estando siempre expuestos a los incidentes, hemos de estar prevenidos con soluciones…

TERMINO POR HOY –como casi siempre- con una sonrisa en los labios, con los ojos abiertos a la esperanza de que todo irá mejor, y con las manos empeñadas en buscar a otras que necesiten la calidez y apoyo que Jesús nos enseñó con su cercanía…

*Los artículos de la sección de opinión son responsabilidad de sus autores.

P. Eduardo Lozano

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