CUANDO LLEGA EL DOMUND –Domingo Mundial de las Misiones, tercer domingo de octubre-, siempre entro en modo de hepta-sensibilidad del todo peculiar: histórica, económica, cultural, pastoral, católica, humana y existencial; y no es para menos, pues en esas se concretiza todo lo misionero que podemos ser… JESÚS ENVIÓ A SUS APÓSTOLES por todo el mundo con una finalidad muy clara y concreta: anunciar a todos los hombres el Evangelio, el gran amor de Dios que no pone distinciones en las personas y que está destinado a desparecer toda clase de rechazo y opresión, toda injusticia y abuso, todo lo que contradiga al Amor Divino… DE UNA MANERA Y OTRA, la historia de la Iglesia así como de muchos pueblos y naciones actuales está marcada por el trabajo misionero: Felipe evangelizó al etíope por el camino, Pablo recorrió Asia menor, Grecia y llegó hasta Roma como prisionero evangelizador, de Tomás se tiene noticia que llegó hasta la India, de la mayoría de los apóstoles –hay que decirlo con claridad- más que datos históricos tenemos leyendas que en ocasiones llegan a la contradicción… LOS MONASTERIOS QUE NACIERON luego del cese de las persecuciones (san Pacomio fundó el primero en Egipto) y que se multiplicaron por siglos y por todo rumbo, son expresión misionera desde la vida en retiro y oración; San Patricio llegó a Irlanda a principios del siglo V y su legado dio identidad a aquellos pueblos; Cirilo y Metodio –santos evangelizadores de pueblos eslavos- inventaron el alfabeto que hoy se usa en prácticamente toda Rusio y naciones cercanas… LA LISTA DE NOMBRES se haría larga: San Benito de Nursia, San Dionisio de París, San Agustín de Canterbury, y toda una legión de misioneros fundadores que de algún modo dieron origen a naciones; y luego vinieron las diversas órdenes religiosas que tienen como común denominador un impulso misionero: mercedarios, dominicos, franciscanos, jesuitas, agustinos, y de ahí pal´real… QUIENES HOY ASISTIMOS domingo a domingo a la Santa Misa, o quienes pedimos el sacramento del bautismo y la confirmación para nuestros hijos, quienes buscamos el sacramento del matrimonio para vivir como Dios manda, o quienes andamos urgidos de un sacerdote para que vea a nuestro enfermo o presida un funeral, olvidamos que tenemos una deuda de correspondencia con aquellos que levantaron un templo, que organizaron una parroquia, que abrieron un camino en medio de la sierra o construyeron una pequeña escuela, que dieron un oficio a artesanos, que pacificaron a los rivales, que llevaron la salud y el consuelo en un hospital: todo es consecuencia y concretización de un trabajo misionero… LAS CONSTRUCCIONES MÁS REPRESENTATIVAS de tantas grandes ciudades o pequeños pueblos no son sus palacios municipales o mercados de renombre, ni las casonas de ricos y famosos ni teatros o estadios, sino los templos y catedrales, los monasterios y ermitas que por doquier manifiestan la fe que ha marcado a tales pueblos; ¿te imaginas el Zócalo capitalino sin la Catedral?, ¿imaginas a Xochimilco sin tanta capilla que da eje a cada barrio?… PREDICAR EL EVANGELIO no consiste sólo en lo que el sacerdote y el catequista realizan dentro del templo parroquial; la evangelización está en el aula con el profesor que inculca conocimiento y valores, con el médico que da salud y consuelo muy humanos y al mismo tiempo muy divinos, en el obrero que hace su trabajo no solo para llevar el sustento a su familia sino sabiendo que un trabajo honesto es en honor de Dios y en servicio del prójimo… PERO QUIERO LLEGAR a mi destino: las misiones “Ad Gentes”, es decir, los pueblos en donde nuestros hermanos misioneros (sacerdotes, religiosas, matrimonios y familias) se esmeran en dar a conocer el gran amor de Dios manifestado en Jesucristo, pues ellos necesitan nuestro apoyo total: en oración, en apoyo económico, en sensibilidad y gratitud a su labor realizada en nombre de toda la Iglesia… Y AÚN CUANDO LO HAGAN en ambientes adversos (casi siempre) lo hacen sabiendo que cuentan con quienes desde la comodidad de nuestras parroquias urbanas y en ambientes con procesos de enfriamiento en la fe; así que por favor: ni hoy ni nunca te hagas rosca ni guaje y apoya con tu oración ferviente, tu donativo generoso, tu sensibilidad mayor, tu mejor compromiso aquí para que el impulso misionero siga adelante allá…

P. Eduardo Lozano

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