LA PREGUNTA FUE ATREVIDA y quise hacerla sabiendo que de ordinario somos reticentes al hablar de cosas personales, casi íntimas, pues cualquier respuesta nos puede dejar vulnerables ante los demás; por atrevida, la pregunta causó sorpresa inicial pero el clima de confianza favoreció que las respuestas se multiplicaran velozmente: ¿a qué le tienes miedo?…

RESPUESTAS SUPERFICIALES fueron las primeras en aparecer, y sin que por superficiales dejen de ser importantes (que si me da miedo la oscuridad, las arañas, los tiburones o las alturas), eso nos ayudó a profundizar escarbando en la propia conciencia con respeto y seriedad…

TENER MIEDO A secuestros y extorsiones, a robos en vía o transporte públicos, así como a través de redes sociales, se ha hecho más cotidiano y fue lo siguiente que salió a relucir: el ambiente social se ha deteriorado tanto, y la impartición de justicia se ha quedado atrás, que tan grande es el miedo al criminal como a la autoridad incompetente…

UNA VUELTA DE TUERCA más y salieron a flote los miedos relacionados con la salud y la familia: que si la pandemia, que si un cáncer, que si la invalidez, la ceguera, que si los hijos no tomen mal camino, que si la relación como esposos, que si la estabilidad laboral; todos esos son miedos latentes e inciertos, es decir, nos podrá suceder algún día o quizá jamás…

SE ALARGÓ LA PLÁTICA –se puso buena la reflexión- y aparecieron algunos miedos que son más cruciales y profundos, que nos acompañan a lo largo de la vida y que marcan nuestra personalidad, que forjan nuestra propia historia: miedo a quedarnos solos (¿y qué voy a hacer?), miedo a comprometernos (¿y yo por qué?), miedo a la propia libertad (¿y si me equivoco?); ¡somos un amasijo complejo de miedos y fragilidades!…

CON TODO RESPETO te invito, atrevido lector, a que hagas una pausa en esta lectura y repases la larga lista de tus propios miedos, que luego se quedan escondidos, ignorados, evitando salir a flote porque no queremos afrontarlos; revisa tu propio elenco de miedos y ten en cuenta que no lo hacemos por diversión o morbo, ni para presumir o desafiar, sino para volver a tomar conciencia de la propia fragilidad y seguir aprendiendo a manejarlos…

Y MÁS RÁPIDO QUE VELOZ, te traigo a la memoria que Jesús experimentó un miedo bárbaro la noche de su pasión; sus palabras seguirán resonando como constancia -¡qué paradoja!- de que en el centro del corazón humano convive lo más débil y lo más fuerte que podemos ser…

NO SOBRA DECIR que Jesús no fue un improvisado ante su muerte, porque una y otra vez lo vemos que habla a sus discípulos y apóstoles sobre el trance amargo que debía cruzar, sufriendo a manos de quienes debieron recibirlo como el Mesías esperado, traicionado por uno de los suyos y abandonado y negado por el resto…

“PADRE, SI ES POSIBLE que pase de mí este cáliz, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc 22, 42); ahí están sus palabras –ni osadas, ni valentonas, más bien dóciles y confiadas- que no han de ser leídas como ciega resignación ante hechos inevitables, sino como aceptación de un camino de amor que no descarta el tremendo dolor de una muerte atroz…

DEJA QUE RECUERDE aquella escena en medio del mar, en el corazón de la noche, en la fragilidad de la barca, en las fauces de la tormenta, en donde los expertos en barcos y oleajes resultaron presas del pánico porque –como si lo anterior fuera poco- Jesús se les acerca y ellos creen ver un fantasma (Mt 14, 26), y la palabra de Jesús viene a ser como un adelanto de lo que sucedió en Getsemaní: Soy Yo, no tengan miedo…

EN EFECTO, LEE CON ATENCIÓN y escucha entre líneas que en medio de la plegaria de Jesús, parecería que el Padre le responde con ternura y cariño infinitos: Soy Yo, no tengas miedo; aquí estoy y estoy contigo; tu obediencia y mi amor redimirán a todos los hombres…

AQUÍ DEJO MI DISCURSO, confiado lector, porque estoy sospechando que se sumarán otros tres o cuatro miedos a los que ya tengo y mi lista se hará más lista; no olvidemos que los miedos son parte de la vida, y hemos de aprender a manejarlos para seguir creciendo en el auténtico encuentro con Jesús…

P. Eduardo Lozano

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