Ángelus Dominical

Humanidad impulsada por el soplo divino

SIGO SABOREANDO el gozo por la reapertura de la Catedral de Nuestra Señora (Notre Dame) en París, hace apenas ocho días; quiero decir que estuve presente -de modo virtual- y el gozo no deja de ser híper-real, al punto que puedo decir con todas sus letras: quedé apantallado… MI ASOMBRO NO ES por el esplendor material conque vuelve a verse un templo de tal belleza y magnitud, sino porque sus piedras, vitrales, candiles, torres, capillas, ¡el órgano!, sitiales, altar y todos los demás muebles, imágenes y utensilios de todo tipo, simple y profundamente reflejan la voluntad de tantos que se empeñaron en su reconstrucción… REPITO LO QUE ESCRIBI hace unos días y tal vez con otras palabras: los parisinos –y los franceses en general- no pueden quedarse con una satisfacción particular y local, pues todo el proceso de renovación de la Catedral de Notre Dame, manifiesta el ímpetu de todo ser humano por levantarse y continuar su camino después de las caídas más estrepitosas… QUE SE SIENTAN INCLUIDOS los que no son católicos ni cristianos, que se unan a este gozo los judíos, musulmanes, budistas, hasta los ateos y agnósticos junto con los venusinos y marcianos si es que los hay, porque el resultado no es mero fruto de un dinero ni de una ventaja política, económica o turística: ¡es la humanidad toda la que se levanta impulsada por el soplo divino que late en nuestros genes y en todo nuestro ser!… TAL VEZ NO TENGAS –amable lector- la oportunidad de ir a contemplar directamente los resultados materiales que lucen sabrosos como pan recién horneado y esparcen su aroma como café apenas hecho (de grano, por supuesto), pero vuelve los ojos y oídos a lo que recientemente has vivido como incendio destructor y que –con ayuda de cuántos y con empeño personal- ha concluido en nueva estabilidad, en renovado entusiasmo por continuar adelante… TÚ Y YO, Y ÉL Y ELLA, y unos y otros, nos hemos levantado tantas veces de tremendo fracaso, de este otro error, de aquel infortunio, del descuido propio o de la malvada voluntad ajena, de la catástrofe natural o de la insidia artimañosa (¡eso es peor que artificial!); así que podemos presumir de nuestra personalísima catedralita (aunque no sea parisina) que por gracia de Dios y empeño humano se pudo restaurar… SIGO ESCUCHANDO dos aplausos muy especiales al interior de Notre Dame aquella noche: el que recibieron los bomberos que atendieron el incendio del 15 de abril de 2015 (sólo de recordar el incendio me estremezco), aplauso sincero, agradecido, prolongado, como música que sale del alma de presenciales y virtuales, y el que recibió el presidente de Ucrania –Volodímir Zelenski- que no dudo en interpretarlo como apoyo a una nación que ha sido agredida injustamente… ALGUNAS PALABRAS que se repitieron en unos y otros discursos y mensajes fueron: fraternidad, alegría, colaboración, gratitud, paz, paz, paz; si revisas detalladamente el número de repeticiones de esta última palabra, podrás percibir que está incluida en términos como justicia, amistad, oración, esperanza, gozo, belleza, voluntad, esfuerzo… ESTAMOS A 10 DÍAS de celebrar la Navidad y desde ahora me adelanto recordando el mensaje que los ángeles dieron a los pastores en los campos de Belén, pues no pierde actualidad, sigue siendo necesario, sin él quedamos peor que incendiados: ¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres, amados del Señor!… MIENTRAS SONABAN las notas musicales emitidas por el órgano tubular –el arzobispo de París le hablaba al instrumento como si fuera una persona real-, yo no escuchaba sino las voces angelicales y el rumor de los pastores que se apresuraron para ir a ver al recién nacido… LO DIGO SIN QUÉ PRETENSIÓN hueca o fantasía torpe: la reapertura de la Catedral de Notre Dame es como una Navidad anticipada, con un pesebre escondido y albergando a la Belleza misma, con unos pastores disfrazados de invitados, con un burro y un buey en primera fila, muy cerca del altar que representa a Cristo, nacido para nuestra salvación (y yo ya quisiera estar en esa proximidad)…

P. Eduardo Lozano

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