LAS HISTORIAS VERDADERAS suelen ser muy dolorosas a pesar de ser mayor el número de las felices, la diferencia es que en el gozo hay menos ruido que en el pesar; en efecto, los años de una persona común y corriente suelen correr en paz, sin contratiempos, sin conflictos interminables, sin lágrimas infinitas… LAS HISTORIAS FALSAS son breves, fugaces, apantallantes, desinflables, desarmables, descafeinadas pero atractivas -¡son mentiras!-, enloquecedoras -¡qué adictivas!-, dulces y sabrosas -¡pura azúcar y merengue!-, y terminan cuando llega la verdad, sin más… EN LA VERDAD HAY ESTABILIDAD pero preferimos la adrenalina enervante de lo novedoso (¿o no?), en la mentira hay sucesión rápida de pretextos porque ninguna se sostiene por largo rato (¿o sí?); en la verdad tenemos seguridad auténtica pero no abandonamos la pretensión de ser conquistadores, atrevidos, extraordinarios, estrafalarios y por eso no nos duele pagar precio alto por mentir… ALLÁ EN EL GÉNESIS, Eva se creyó que seríamos como dioses y Adán no cuestionó lo atractivo del fruto prohibido, y si seguimos padeciendo las consecuencias, también hay que afirmar que Dios mismo fue el primero en plantear remedio a nuestra desnudez e indigencia, y aquellas vestiduras provisionales no eran sino adelanto de la redención pagada al precio infinito de la Sangre de Jesús… ACÁ EN LA REVOLUCIÓN francesa (1789), o en la mexicana (1910), o en la rusa (1917), los supuestos beneficios se desvanecieron más rápido que sus actores, y aunque los presumidos beneficiarios inmediatos defendieron a los líderes hasta ponerlos en pedestales, al rato sucumbieron sus estatuas hasta terminar en el basurero de la historia… DEJEMOS LAS GENERALIDADES y bajemos a lo concreto de tu historia familiar, y te acordarás que para la tal fiesta de no-sé-qué se inflaron globos, se colgaron papelitos de colores, la música resonó a más no poder, el maquillaje y la garrita de lujo no faltaron, pero todo pasó al día siguiente y la cruda realidad de lo cotidiano se impuso en el día a día, y es lo que finalmente te nutre y te lleva adelante… NO QUIERO DECIR que la fiesta sea falsedad, pero en eso la convertimos cuando la imaginamos con más peso que la realidad; no quiero ignorar la difícil realidad del dolor, pero su duración es más breve que los tiempos de salud; sí, cuesta mucho la cuesta, y al llegar a la cumbre gozamos la panorámica para bajar nuevamente al valle y continuar en lo cotidiano, en lo ordinario, en una rutina que no necesariamente es pesada y fastidiosa… APENAS HACE DÍAS gritamos ¡viva México! y nos llenamos de emoción patriótica, y hemos de volver a la construcción de una Patria que no ha de empalagarse en el discurso político, en la promesa hueca de datos fáciles y dizque felices; lo digo en una palabra: la historia real es mejor aunque a veces duela, será difícil pero nos libra de la fantasía… HECHOS Y DICHOS RECIENTES en ámbitos políticos son vistos por unos como lo mejor que nos ha sucedido, y también son juzgados por otros como calamidad nunca antes vista; no quiero hacer fiesta con el borracho eufórico ni tampoco duelo plañidero que nuble mis esperanzas auténticas; estoy cierto que antes o después llegará el dolor pero no tendrá la última palabra, que de peores nos hemos levantado… Y MI ESPERANZA AUTÉNTICA -así dije- no la fundo en talento humano ni en mayoría calificada, no se sostiene con cifras alegres ni optimismos baratos, tampoco está cimentada en este o en aquel lado de la historia, sino en la fuerza especial que la humanidad toda posee y tiene su origen en quien nos ha originado: Dios mismo… QUE NO SE OFENDA ningún auténtico ateo (si es que lo hay) cuando afirmo que hay más ateísmo en quien da todo por perdido aunque se diga creyente (¡tenemos sol, aire, tierra!), o cuando alguien da todo por ganado cuando ha logrado enaltecer a su ídolo olvidando que tiene pies de barro (¡parecería que ése es su sol, su aire y su tierra!)… HEMOS TERMINADO SEPTIEMBRE y te recuerdo que los héroes que nos dieron Patria ya se murieron (y la Patria comenzó mucho antes de 1810); los que vivimos hemos de ser héroes que enfrenten al más osado y extraño enemigo que casi siempre tenemos en casa: nuestra propia soberbia que no deja de halagarnos con historias falsas…

P. Eduardo Lozano

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