EL SANTO PADRE ESTÁ ENFERMO y ciertamente seguirá enfermo, no hay duda; y date cuenta que tú y yo y cada ser humano también está enfermo de algo y no necesariamente estamos en situación crítica que justifique una hospitalización, ni en un nivel menor que tal vez nos lleve a tomar qué previsiones: acaso una dieta, terapia o rutina especial de vivencia cotidiana… LA ENFERMEDAD ES PARTE de todo proceso vital y la tarea de los médicos en buena parte consiste en frenar y conducir los agentes patógenos, en disminuir las consecuencias naturales del desgaste orgánico, y –por supuesto- en mejorar la calidad de vida, misma que siempre estará en mayor o no tan mayor riesgo… ME VERÉ CATASTRÓFICO si recuerdo que el único remedio definitivo para todas las enfermedades es la muerte, y antes de ella, todo médico es requerido para proteger y procurar la vida; una vez muertos, el que debe descansar es paz (por un rato y todavía en este mundo) es el mismo médico que se empeñó en procurar la salud… VIENE A MI MEMORIA aquella frase de Jesús que debió ayudar a los escribas y fariseos en recapacitar su malvada actitud condenatoria, pero que no tomándola como medicina sólo les amargó sin quitarles la enfermedad: No son los que están sanos quienes necesitan del médico, sino los enfermos… ENFERMOS TÚ Y YO, éste, ése y aquél, ya del cuerpo, ya del alma, ya del corazón (literal y metafóricamente), y siempre necesitados de mejorar el frágil equilibrio psicosomático que llamamos vida; y si bien el hambre o la vejez no son estrictamente hablando una “enfermedad”, qué feo se siente cuando el hambre va creciendo o la vejez se va acumulando: para la primera, comer será solución, para la segunda nos ayudará la aceptación… ESTAMOS ENFERMOS los que perdemos el sentido de la vida o los que subiéndonos a un papel ya nos sentimos por encima de quienes ni papeles tienen; enfermos los que nos encriptamos en minúsculos criterios o los que nos hinchamos en tontos razonamientos queriendo cambiarle el nombre a otros golfos que no son como uno; enfermos estamos cuando no vivimos para bien-vivir, para bien-pensar, para bien-decir… SE OYERON VOCES ruidosas de quienes –tal vez con alma de cuervo- ya veían un cónclave próximo, pero también se escucharon los silencios respetuosos -y muy nobles- de quienes rezaron por el Papa Francisco; yo pude darme cuenta que esas manos orantes no solo pedían por su salud, sino porque se cumpliera la voluntad de Dios, muy conscientes de que un cuadro clínico en tales circunstancias siempre puede escaparse de control… LA CRISIS MÉDICA del Papa Francisco me ha dado oportunidad de pensar en el riesgo ineludible al que siempre estoy expuesto, y no solo como producto de una enfermedad, pues un accidente a cualquier nivel (doméstico, público, social) o un imprevisto totalmente imprevisto (¡valga tan bárbara afirmación!) nos pone contra las cuerdas y casi fuera del ring… HOY DOMINGO 23 convalece un hermano mío luego de una intervención quirúrgica el sábado anterior (ayer mismo); no con poca razón le decía que la ciencia y habilidad médica ha crecido tanto y tan bien, que las tales operaciones que en otro tiempo nos espantaban ahora son casi juego de niños; ¡pero se lo dije sin estar yo en su lugar!, y también se lo dije como anticipando a lo que un día tal vez me tocará… NO QUIERO SER SOCARRÓN, pero le agradezco a Dios cuando otros están en tales circunstancias y no yo; por supuesto que no me jacto de que no me ha tocado, y más bien mi gratitud es porque quiero aprender al ver que otros se me adelantan: ¡ojalá tenga yo los arrestos que ahora les deseo si es que debo enfrentar el dolor y la convalecencia!… UN BUEN MÉDICO me ha dicho recientemente que el Santo Padre está siendo atendido con el aprendizaje que los médicos tuvieron en la última pandemia, que las neumonías ahí han estado siempre pero ahora hay más experiencia, y de ahí me surge -¡y no quiero ser socarrón!- de darle gracias a Dios porque nos ha hecho capaces de sacar nuevos bienes de los males que nos acontecen… DESDE ESTA MÍNIMA página nos acercamos al Santo Padre con afecto filial y le seguimos pidiendo a Dios por él, tal como siempre solicita: que Dios nos siga enseñando a través de su ministerio, de su vida, de su servicio, de su alegría, de sus atrevimientos, de su corazón de Pastor y Padre en medio de la Iglesia, siempre necesitada del Médico Divino…
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