YA ENTRADOS EN EL AÑO 2020, resulta que llegó como cualquier otro: muy esperado con toda emoción y muy de rutina como cualquier situación, con el ritmo de siempre aunque parezca que va más de prisa, con los mismos problemas (y otros nuevos) aunque con matices especiales (y también nuevos); sucede tal como ya está escrito en el libro del Eclesiastés: No hay nada nuevo bajo el sol (1,9).
LA NOVEDAD DE CADA día y cada situación la ha de poner cada uno con la entrega y la dedicación a lo que hace, tal como lo he visto en Julio César, hombre de calle, pero chambeador, atendiendo con esmero a sus perros sin dejar de ser cortés y servicial con las personas, agradecido con la vida aunque las circunstancias lo hayan pateado como si fuera balón, buscando el pan cotidiano en un sencillo trabajo nocturno tan digno como el de un especialista cirujano: Julio César vende dulces y chicles en el centro histórico de la CDMX.
IGNORO AL DETALLE su rutina pero sospecho que empieza ya caída la noche (22 hrs.), con el tráfico ya menguado y en su triciclo de dos niveles (abajo van sus perros y arriba expone su mercancía) va de una calle a otra -ofreciendo a trasnochados transeúntes lo mismo que a clientes fijos- no solo sus productos de siempre, también su alegría permanente en la media luna de su sonrisa siempre espontánea.
IMAGINO QUE SUCEDE tal como dicta la canción (…y nos dieron la una y las dos, y las-tres-y-las-cuatro, y las cinco y las seis…) y antes de brotar el amanecer Julio César volverá a lo que debe llamarse su domicilio aunque no sea más que un cálido tendajón mugriento, y que sin duda le aprovecha mucho más que lo que a un ricachón le sirve su aséptico palacete gélido.
PARA MÍ ES UN RESPIRO sabroso la respuesta al saludo que -¡a gritos!- le lanzo a Julio César cuando he llegado a cruzar en mi auto a esas tales horas de la noche; él sabe que soy yo y aunque levanta la mano y voltea hacia donde escucha mi alarido, siempre sobresale su sonrisa cascada; tengo la seguridad que las orejas le sirven de freno, que si no las tuviera, la sonrisa se abriría hasta la nuca.
EL CAPÍTULO SEIS del Evangelio según san Mateo forma parte de lo que se llama “Sermón de la montaña”, y me viene a la memoria cada que veo a personas como Julio César (mira: nombre de tanta alcurnia y vida de sencillez) que viven el día a día amparados a la Providencia Divina que a todos nos da (¿también a los holgazanes y mañosos?, -Si, y les da en espera de que algún día llenen también su corazón y no solo su barriga); te dejo de tarea los versículos 25-34 y ojalá te sirvan para ponerte a chambear con la calidad de un buen emperador y con la calidez de Julio César.
ME DISPONGO A caminar el próximo sábado en peregrinación hasta la Basílica de Guadalupe, junto con toda la Arquidiócesis de México; los detalles prácticos los encontrarás en las páginas de este semanario, y las novedades -por favor- prepáralas y aplícalas a tu rutina, que el asunto no es sólo caminar y llegar a pedir a Dios y a la Virgen Santa, sino llegar y volver para ofrecer a tu prójimo y a tu projimísimo lo mismo que te atreviste a pedir.
SI AL LLEGAR AL TEMPLO pediste salud, pues disponte a procurarla en la limpieza de tu entorno; si pediste trabajo, ni descuides el que tienes y procura generar alguno para quien necesita llevar el sustento a casa; si pediste paz, que no se te haga tarde para tender puentes de amistad y abrir puertas de diálogo; si pediste unidad, al menos deja de poner trabas y requisitos inalcanzables a los demás; si pediste seguridad, revisa en dónde estás sembrando desconfianza y ¡a cambiar!
AL INICIO ME LO TOMÓ como regaño, pero al final quedamos contentos: a un amigo que fue al Tepeyac y me presumía cuántas cosas le pedía a la Virgen, le propiné una buena perorata con los argumentos anteriores; le aclaré que sin duda a Dios le gusta que le pidamos con confianza -¡no dejemos de hacerlo!- pero más le gusta que generemos y construyamos como Él hizo y nos mandó: “Crezcan y multiplíquense, dominen sobre los peces del mar y las estrellas del cielo”…
UNA MAMÁ COMÚN y como todas (y lo mismo un papá) sólo generará un monstruo y ella misma será una monstruo si se dedica a darle y a darle y a darle y a darle todo a su hijo; por el contrario, si ayudándole a crecer le orienta a dar, a generar, a embellecer, a construir, a participar, a limpiar, a sanar, a mejorar y “etecé” (hoy desdoblé la abreviatura), pues los dos se estarán pareciendo a Dios mismo, que en su propio “ETECÉ” (siempre abundante) no deja de abrirnos caminos y calzadas, anchas autopistas y veredas muy derechas para que nadie tenga pretexto…
EN MEDIO DE una charla donde cada uno quería tener toda y la única verdad, mejor me dispuse a lo que fui: a desayunar con suavidad una enmolada -¡una y no más!- como Dios manda (estoy en San Ramón, a tres km. de San Miguel de Allende) precedida por un poco de fruta y con la seriedad precisa de un café caliente; que los demás sigan con sus razones mientras yo me dedico a mi ración para luego concluir esta columna, y en mi mente repito la oración que solía hacer Santo Tomás Moro: “Concédeme, Señor, una buena digestión y también algo para digerir”…
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