DEL CIELO BAJA LA LLUVIA como bendición de Dios –¡no hay duda!- aunque aquí en la tierra no siempre sabemos aprovecharla debidamente; algunos andan clamando para que ya deje de llover pero más bien yo les invitaría a que destapen sus cañerías obstruidas, a que den paso franco al agua en su natural cauce, a que no se pongan en lugar inadecuado, a que –al menos- aprovechen para bañarse con agua de lluvia… MUCHO MÁS BELLA que el agua de lluvia es la bendición que Dios nos da en la ordenación sacerdotal de nuevos ministros de la Iglesia: el acontecimiento de ayer por la tarde en la Basílica de Guadalupe (sábado 28 de junio) es agua que viene del cielo y hemos de aprovecharla lo mejor que sea posible, dándole cauce y evitando desperdicio o contaminación, pues con ella hemos de beber, refrescar, nutrir, limpiar, lavar, ¡y hasta bañarnos!… QUE NADIE SE PONGA en modo gacho y empiece con comentarios que ni al caso vienen, más bien debemos buscar -¡todos!- modos y maneras para aprovechar mejor la bendición de Dios y no hacernos indignos de ella, y no quedarnos resignados ni achicopalados ni quejumbrosos ni derrotistas: ¡eso no va con quienes queremos seguir a Jesús, Buen Pastor!… EN EL MARCO DEL JUBILEO sacerdotal, vivido por las cuatro diócesis que conformamos la Ciudad de México el jueves pasado, caminando hacia la Basílica pregunté por número de seminaristas en cada lugar, y si el recuerdo es correcto, las cifras son así: 22 en Azcapotzalco, 15 en Iztapalapa, 12 en Xochimilco y 35 en la arquidiócesis; y te recuerdo que los números son para contar, no para calificar empeño y dedicación, ni para evaluar calidades o cualidades… QUIENES VEN ESTADÍSTICAS argumentarán con opiniones que parecen de chicle y las estirarán como crean conveniente, calcularán hasta dónde y hasta cuándo “alcanzará el agua”, y por ahí seguirán como plañideras bien pagadas, repartiendo culpas y buscando culpables; quienes queremos abrir los ojos a la Providencia Divina, hemos de ofrecer y abrir también los brazos para que el propio trabajo (como laicos, religiosas, o ministros) reditúe en un mejor aprovechamiento de cada nuevo sacerdote, de cada viejo cura, de todo ministro ordenado… NADIE ME HA PEDIDO mi opinión, y tampoco estoy aquí para ofrecerla, más bien quiero llegar a tus ojos –amable lector- para entrever juntos lo que sucederá próximamente y que se realizará por Providencia Divina y humilde colaboración humana: las cosas mejorarán más allá del número de seminaristas, los verdaderos éxitos vocacionales no serán por campañas publicitarias bien orquestadas (que sin duda ayudan) sino por entrega generosa de cada miembro del pueblo de Dios, las nuevas vocaciones surgirán como resultado de un genuino crecimiento familiar en la fe y no por novedades estructurales ajustados a modas pasajeras… QUE ASÍ COMO BAJA la lluvia del cielo lo mismo para fecundar tierras y hacerlas producir, lo mismo baja para barrer basuras y limpiar porquerías, así también los acontecimientos variopintos que estamos viviendo (semejantes a otros que hubo en el pasado) nos han de ayudar a levantar la cabeza con esperanza y abrir los brazos con emoción al propio trabajo, que Dios no se deja ganar en generosidad… RECIBÍ COMO LLUVIA oportuna la noticia de un nuevo rector para el Seminario Conciliar de México: el viernes pasado se anunció al P. Estanislao Vega al frente de esta centenaria institución; que a él y a todos los formadores Dios les siga guiando con la Luz Divina de su Espíritu, y a quienes vemos los toros desde la barrera que Dios mismo nos de voz y ganas para seguir echando porras… CON TODO CARIÑO Y RESPETO desde aquí lanzo una sacerdotal pregunta al P. Tanis, como le decimos familiarmente: ¿Estás listo para responder al Divino Pescador como le respondió el pescador experimentado luego de toda una noche sin resultado?; por supuesto que la respuesta no la espero porque ya la sabemos tú y yo y tantos que hemos leído el versículo 5 del capítulo 5 de San Lucas: “en tu Nombre, Señor, echaré las redes”… LA LLUVIA SIEMPRE LLEGARÁ y las redes volverán a colmarse pero no a nuestro gusto y capricho; tarea nuestra será aprovechar cada bendición de Dios, cada muestra de su amor, cada don que nos otorga, cada corrección conque nos endereza, cada bálsamo conque nos alivia, cada vocación que suscita en su pueblo: a la vida consagrada, al matrimonio, al sacerdocio… PERMÍTEME TERMINAR HOY, con la súplica que –antes o después- ha de convertirse en oración familiar, constante, confiada, alegre y llena de esperanza: ¡Danos sacerdotes santos según tu Corazón!…

P. Eduardo Lozano

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