LA MEJOR CENA navideña se prepara con algunos ingredientes insuperables y unos pocos pasos esenciales; y antes de darte la receta infalible, te propongo seis puntos que juzgo pertinentes, sobre todo en este ambiente de semáforo rojo, que hasta el viernes era color naranja intenso -de importación- pero ya estaba tirándole a un paso más allá de lo que puede decirse casi rojo traspasado de intensidad carmínea (perdón: sé que no estamos para bromas, pero hasta en el humor negro hemos de encontrar una vía de despresurización)…
PRIMER PUNTO: los cristianos celebramos la Navidad porque su centro es que el Hijo de Dios -Eterno como el Padre, Santo como el Espíritu y Enviado como Hijo que es- quiso nacer y compartir nuestra naturaleza humana como el Hijo de María, ¡nada menos!…
SEGUNDO PUNTO: los cristianos celebramos la Navidad como una fiesta universal -es decir: para todos- porque Jesús no vino a salvar sólo a un pueblo o raza, no vino solo para sus cuates o parientes, sino que vino para salvación de todos los hombres, ¡nada menos!…
TERCER PUNTO: los cristianos celebramos la Navidad porque en Jesús se cumplieron las profundas esperanzas gestadas en la Antigua Alianza, y los anhelos más nobles de todos los pueblos, de todos los tiempos, ¡nada menos!…
CUARTO PUNTO: los cristianos celebramos la Navidad con un “antes” de preparación (el Adviento), y con un “después” (hasta la solemnidad de la Epifanía); así que la Navidad ni es un solo día, ni se celebra “aisladamente” pues es de tal peso el Nacimiento del Hijo de Dios, que nos da cuerda para rato, ¡nada menos!…
QUINTO PUNTO: los cristianos celebraremos la Navidad también en tiempo de pandemia (¡imposible no hacerlo!) pero de un modo totalmente diverso a como nos habíamos habituado, pues la disciplina y el orden, así como la prevención y la sanación de los afectados por la pandemia, nos “obliga” a llegar hasta Jesús-Niño presente en los más necesitados de siempre, ¡nada menos!…
SEXTO PUNTO: los cristianos celebramos la Navidad, y a lo largo de los siglos hemos venido echando mano de diversos y múltiples elementos que nos ayudan a que la fiesta se embellezca y profundice a como dé lugar: villancicos, pastorelas, fuegos de artificio, poemas, adornos, alimentos especiales, veladas, regalos, oraciones, “nacimientos”, golosinas, películas, cánticos y hasta disfraces, ¡y todavía habrá más!…
Y HABIENDO DICHO los anunciados seis puntos, vengo ahora a poner atención a una receta que he ido aprendiendo sin tomar clases de cocina, que funciona en todas las regiones y culturas, que llega a todas las mesas independientemente del aguinaldo recibido y que no se frena por el encarecimiento de insumos o adversidad de circunstancias (incluida la guerra atroz)…
EN AÑOS ANTERIORES he traído a estas líneas el recuerdo de lo que sucedió en el campo de batalla de la Primera Guerra Mundial (1914), pues a pesar de la prohibición de los mandos militares de ambos bandos (ingleses y alemanes), las tropas apantanadas en el frío lodo invernal decidieron hacer una pausa desde la víspera de Navidad y hasta el Año Nuevo: silenciaron las armas y comenzaron los villancicos, se adornaron las trincheras con velas y se intercambiaron alimentos, cigarrillos, bebidas y otros regalos, ¡hasta jugaron futbol y se dieron tiempo para enterrar a sus muertos y ayudarse mutuamente a cavar tumbas!…
“NADIE QUERÍA SEGUIR con la guerra, pero los superiores sí”, escribió uno de los soldados a su familia; en el diario de un combatiente también se lee: “¡Qué maravilloso y que extraño, al mismo tiempo!”; Richard Schirrmann escribió: “…algo fantástico ocurrió: las tropas alemanas y francesas hicieron las paces espontáneamente y cesaron las hostilidades; se visitaron a través de túneles de trincheras en desuso e intercambiaron vino, coñac y cigarrillos por pan negro, galletas y jamón; siguieron siendo buenos amigos incluso después de la Navidad”…
ASÍ QUE LA RECETA esperada ya está dicha: la mejor cena de Navidad es la que se prepara y se sirve en paz, la que se adereza de humanidad y perdón, la que se hornea en el corazón y se sirve a manos abiertas y nobles; aún falta unos pocos días y ya estoy viendo que familias bien dispuestas (y con las medidas de prevención pertinentes) prepararán tortas y emparedados (tal vez de bacalao o pavo) y los repartirán entre indigentes y emigrantes; unos cenarán llenando su estómago con lo que no encontraron entre la basura, y otros cenarán llenando su corazón con la gratitud y sonrisa de quienes viven en pandemia discriminatoria permanente…
AYER SÁBADO 19 de diciembre se publicaron -por parte de algunas Diócesis de la zona metropolitana, y a tenor de lo establecido por las autoridades locales y federales- algunas indicaciones que son extremas pero necesarias, que no cancelan el espíritu de la Navidad (¡imposible hacerlo!) y que nos ayudarán a compartir la próxima cena de Navidad (¡y las que vengan!) teniendo a Jesús, María y José al centro de todo lo que hagamos; estoy cierto que cerá una sena de Navidad peculiar (y ¡tanto! como las dos faltas de ortografía que se me escaparon en la última línea)…
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