LA MISSA PAPAE FRANCISCI es una pieza musical escrita por el afamado Ennio Morricone, al que tal vez recordarás por la película “La Misión” (1986), o por otra de 1966 -“El bueno, el malo y el feo”-, o por “Cinema Paradiso” (1989), o por alguna otra de las más de quinientas películas y series de televisión que ha musicalizado, ya él mismo o ya asociado con otro músico serio…
Y MIENTRAS ESCUCHO dicha ”Missa”, te comparto lo que podría ser de muy mal gusto, pero constituye un hecho por demás edificante, previsor, sensato, piadoso, profundo, ¡y que resultó de gran alegría para Panchita!, una anciana de 92 años que visité hace pocos días para llevarle la Sagrada Comunión: luego de que juntos dimos gracias a Jesús por su presencia, su hija me pidió que bendijera la mortaja que pronto habrá de utilizar…
ME DI CUENTA QUE había cierto temor y mucha duda en Leticia -su hija- cuando abrió una caja de cartón conteniendo un hábito en honor de Nuestra Señor del Carmen, y me informó que Panchita siempre ha pedido que la sepulten con tal vestimenta; con afán de cumplir el deseo de su madre casi se derretía de la pena por hacerme tal petición…
MI MIRADA Y SONRISA para los ojos casi llorosos de Leticia, quisieron llegar hasta su corazón para manifestar mi alegría por un gran acto de preparación de su mamá, que con devoción y cariño ya se ha preparado desde hace mucho tiempo para concluir su vida y ultimar los detalles que ella misma ha planeado…
YA ESTOY VIENDO los ojotes de plato tamaño XL que están haciendo tantos lectores despistados de esta columna, que no tiene otro propósito que el de iniciar siempre con muchas ganas, continuar con otras pocas, y terminar con muchas más; de ahí que me parece bella coincidencia que la anciana que visité se llame Francisca, y que la “Missa” haya sido dedicada al Papa Francisco, con ocasión del bicentenario de la restitución de la Compañía de Jesús (aunque el aniversario fue en 2014, su primera ejecución fue en 2015)…
TE RECOMENDARÉ -amable lector- que para descansar tamaños ojos que hiciste al enterarte de Panchita y su alegría de tener ya lista la mortaja, al terminar de leer esta columna busques y escuches en internet la interpretación dirigida por el mismo autor, y que la veas disfrutando también del “escenario” tan especial: nada menos que la Iglesia del Santísimo Nombre de Jesús, en el corazón de Roma…
TAMBIÉN ME ATREVERÉ a sugerirte -amable lector- (ya sea que tengas 70 años de edad o apenas 20) que prepares con atención y cuidado tu propia mortaja (¡¿qué?!) o que al menos la tengas bien platicada con quienes ciertamente habrán de disponer tus exequias y sepelio (¡¡¿que qué?!!), o si te parece de muuuuuy mal gusto un gesto de tal género, que al menos ensayes de cada en cuando -en tu camita antes de dormir o en el suelo una mañana de domingo luego de haberte bañado y antes de ir a Misa – la postura y vestimenta conque quieres que te metan al cajón (¡¡¡¿que, que quééé?!!!)…
LO QUE A SIMPLE VISTA puedes juzgar de macabro, tétrico o descabellado, no tiene sino el propósito de ponernos -a ti y a mí- ante un hecho que habremos de vivir cuando nos llegue la muerte, o dicho de otro modo: que ensayemos a morir ahora que estamos vivos, pues se nos va la vida en mil preparaciones y capacitaciones -sin duda cada una con su debida importancia- pero jamás nos disponemos para lo que será la conclusión de nuestra vida…
SI RECUERDO BIEN, la primera anciana que me sorprendió con un gesto como el de Panchita, se llamaba Inés: yo entonces era seminarista y ella terciaria franciscana, yo andaba preparando mis exámenes de fin de curso y ella ya tenía lista su propia mortaja, yo me desvelaba con horas extras de estudio y ella cada noche y ante su mortaja le pedía a Dios morir en su presencia…
UNA TARDE DE AGUACERO sabatino nos platicó que iría de peregrinación a San Juan de los Lagos y que no vendría para la siguiente reunión, y dos semanas después nos enteramos que en el viaje de regreso el autobús se accidentó y ahí murió Inés: no hicimos sino darle gracias a Dios porque ella misma nos preparó para su muerte y nos dejó enseñanza para la nuestra…
SIEMPRE ESTAMOS en la posibilidad de morir por una u otra razón, y entre otras enseñanzas lo que nos ha traído esta pandemia es que nadie, ¡pero NA-DIE!, tiene asegurada la siguiente hora del día; así que siempre es válido proyectar a corto, a mediano y a largo plazo, pero sin descuidar jamás que en un tris, nos puede llegar el tras…
SIGO ESCUCHANDO el trabajo musical de Ennio Morricone (pronto cumplirá 92) y yo sospecho -¡no lo sé ni lo tengo por cierto!- que él mismo ya estará preparando algo así como un “Requiem” o alguna Misa exequial que ya no le tocará escuchar, pero que sería bello colofón a toda una vida dedicada a la música; y no quiero levantar mi dedo admonitorio (-ni sospecho que haga falta-) como para advertirle que tanta belleza musical en vida, bien puede ser concluida con una auto-mortaja musical para cuando termine su presencia en este mundo…
Y MIENTRAS TERMINABA estas líneas, me llega la noticia del fallecimiento de Ennio; desde aquí doy gracias a Dios por su vida y su talento, y parece que de plano no ha tenido mejor mortaja que la misma que tejió con su música para tantas generaciones de quienes le admiramos y escuchamos; Dios le premie con la eternidad al menos en el coro de los ángeles, y como director, ¡claro está!…
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