QUIERO HACER MÍAS, –y muy mías– las palabras de Patrick Chauvet: “Debemos convertir en peregrinos a los turistas”; y antes de aclararte quién es tal señor, quiero pensar en los zapatos que ahora mismo traigo puestos: son cómodos y suaves, son los que mejor me ajustan y sospecho que su edad y uso los ha identificado cada vez más con mis propios pies, al punto que cuando se mojan mis zapatos casi siento que se hubieran mojado directamente mis pies, y cuando se me cansan los pies, casi quiero decir: ¡me duelen los zapatos!…
LAS VARIADAS COSAS las hacemos propias no sólo porque pagamos un precio o porque las elaboramos con ingenio y dedicación (mi zapato o mi dibujo); las personas las hacemos propias no sólo porque compartimos el apellido o porque nos familiarizamos con ellas (mi hermano o mi vecino); los pensamientos los hacemos propios no sólo porque los aceptamos siendo ajenos o porque los generamos y nos gustan (como puede ser una ideología o una opinión personal)…
ES BELLO SER DUEÑO de algo –¡de lo que sea!– pero eso comienza a ser feo -¡mUy fEo!- cuando no lo comparto, cuando su posesión se convierte en estorbo, o cuando ya no distingo entre lo que soy yo mismo y lo que digo que me pertenece: y esto lo puedes aplicar a tu perro, a tu celular, o a tus pensamientos y sentimientos…
HAY FANÁTICOS que valoran más una moda u opción política que su propia salud, hay “celularílicos” que sufren (¿“celulaqué…”?, como los alcohólicos pero de celular, pues) cuando se les acaba la pila y les llega un síndrome de abstinencia; hay quienes ven al perro como su hijo, o sienten al hijo como un perro, o son tan perros como otro perro o yo ya no sé quién lleva la cadena de quién…
QUE ME TACHEN DE ambicioso pero quiero ser dueño de tantas y tantas cosas, pero no por mera posesión sino por servicio (si mi libro le sirve a alguien más: ¡ahí está!); quiero ser dueño no para acumular sino para crecer (si mi habilidad como jardinero le ayuda a alguien: ¡aquí estoy!); quiero poseer pero no para quedarme atado, atorado o atarantado, sino para proyectar, multiplicar, disfrutar y agradecer tantas bellezas de la vida (así que me pongo a estudiar más para poder servir mejor)…
HAGO MÍAS –Y MUY MÍAS– las palabras de Patrick Chauvet, Deán de la Catedral de Notre Dame, en París, luego del incendio que a todos conmovió: “Debemos convertir a los turistas en peregrinos”, y las hago propias para traducirlas a los diversos niveles de mi existencia, y aquí van algunos ejemplos: debo convertir a mis zapatos en mis pies, debo convertir mi mascota (que yo no tengo perro pero tal vez tú sí tienes) en apoyo y no en estorbo para nadie, debo convertir mi trabajo en ocasión de servicio y no sólo de sustento, debo convertir mi celular en auténtica herramienta para el diálogo, debo convertir mi hogar en reflejo del paraíso, debo convertir mi domingo en anticipo del cielo…
CUANDO ME APROPIO de algo debidamente y me mantengo en equilibrio, he de darme cuenta que –ante todo– soy administrador de un bien que procede de Dios mismo, he de poner cuidado en que esa propiedad no se quede en mero papel bancario o en escritura pública, he de buscar compartirlo generosamente, que a final de cuentas para eso es todo bien: ¡para solucionar algún mal!…
AGUANTA UNA PALABRA MÁS: si hago mío el aire, el agua, el trabajo, la alegría, el éxito propio o ajeno, es para aprovecharlo al máximo y disfrutarlo compartiendo, no para refrigerarlo y embodegarlo, no para que se añeje y se añeje y se añeje y termine podrido; si me apropio de algo es para hacerme responsable y constructor, no para quedarme como avaro y consumidor…
LA PALABRA DE JESÚS expresa bellamente: “Con el dinero, tan lleno de injusticias, gánense amigos que, cuando ustedes mueran, los reciban en el cielo” (Lc 16, 9); así que hazte dueño de lo que quieras -¡pero bien!- y utilízalo para bien, para que termines bien…
EN LA CATEDRAL DE PARÍS y en el taller mecánico de tu vecino se han de transformar las cosas y personas para hacerlas propiamente “humanas” y de ahí hacerlas “trascendentes”, es decir, para que todos saquemos el mejor provecho y desde ahora adelantemos el cielo, que de otro modo los turistas seguirán de turistas, los estorbos de estorbos, los tamales de tamales, el trabajo -¡uf!, ¡qué trabajo!-, y nos quedamos empantanados en una diabólica y deshumanizada rutina…
TAL VEZ PUEDES participar en la siguiente Noche Santa (martes 14 de mayo) y aunque no hemos hecho tanta difusión, esperamos una bonita participación: la cita es la Plaza de Tlaxcoaque (Av. 20 de Noviembre, Centro Histórico) en punto de las 19 hrs.; concluiremos muy a tiempo para que vuelvas a casa en metro, y no te quedes de mero turista, sino de peregrino…
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