EN LOS SIGLOS PREVIOS al que estoy viviendo se multiplicaron las imágenes (en escultura y pintura) que ahora consideramos obras de arte y constituyen el acervo de museos y templos: son bellas, simbólicas, expresivas, llenas de color y queriendo atrapar el movimiento, el gozo, la emoción, la frescura…

AL MIRAR LA OBRA de Boticelli (La primavera), o de Villalpando (Apoteosis de san Miguel), o de Mirón (El Discóbolo), o de Hokusai (La gran ola), o de Coysevox (Neptuno) me impresiona cómo el artista pudo y supo el contenido de la devoción, la imaginación, la fantasía, la mitología, la naturaleza…

YA EN EL SIGLO XXI, con la ventaja del cine y la habilidad de Mel Gibson, he podido disfrutar una escena que no acabo de exprimir y saborear, que va más allá del arte y la representación simbólica, que supera con mucho (¡y todo esto no es más que puritita opinión mía!) lo que contemplo en la naturaleza o que produce mi imaginación, que de algún modo hasta araña el concepto y contenido de mi fe…

SI LA TAL ESCENA (estoy hablando de la Resurrección de Cristo en la película La Pasión) no hubiera coronado todo el dolor y drama previos, yo hubiera dejado dicho filme en mera carnicería y acaso en novelilla piadosa, pero esos pocos segundos en donde Cristo se levanta resucitado y camina mostrando la llaga de su mano (sin sufrimiento ni angustia) me hicieron dar un vuelco a mi devoción y tradición, a mi horizonte de fe y teología, a mis ideas previas construidas por años…

UNA DE LAS NOTAS propias de toda obra artística es la representación estética y simbólica de la realidad o de la fantasía, de modo que cuando escuchamos la Novena Sinfonía del alemán Beethoven o vemos la danza del tapatío Isaac Hernández, nos emocionamos y disfrutamos a profundidad; y cuando estamos delante de la persona amada, del concepto buscado, del ideal alcanzado, pues también viene el gozo y la alegría, se nos da un adelanto de la plenitud total (bueno, si es “plenitud” no puede ser “a medias”), una probadita de la eternidad sin fin (¡ajá!, si es “eternidad” debe ser “sin fin”), un reflejo claro de la más bella luz (cierto: si es luz no puede ser “obscura” ni “fea”)…

ANTE EL PROFUNDO misterio de la Resurrección de Cristo se doblegan las artes de todo tipo, se quedan pequeñas las emociones más entrañables y las teologías de cualquier corriente; ante el acontecimiento que viene a transformar y a superar nuestra historia se queda mínima toda medida y comparación, todo intento o logro, todo ideal y toda realidad ya vista o por ver…

Y LO QUE AFIRMO del “misterio” que por favor nadie lo arrincone en el cajón de tiliches inservibles e inútiles, que ahí lanzamos –con frecuencia- lo que por pereza no queremos desmenuzar hasta hacerlo digerible, accesible a cada cabecita y sabroso a cada corazón; y déjame decirte que me gusta definir la palabra misterio como: “fuente inagotable de verdades que nos dan vida y salvación”…

QUIENES CONSIDEREN que “misterio” es lo propio de película de terror, o que es golosina de teologuillos y hueso rumiable de filósofos baratos, o que “misterio” es una trampa a nuestra lógica e inteligencia, o que es cuanto se diga de ovnis, fantasmas, acertijos, propuestas capciosas y situaciones no investigadas, sencillamente que se vayan a la tumba, que sigan más muertos que la muerte, y más condenados que el diablo…

HOY ES EL PRIMER DÍA de sincuenta (no, no es error ortográfico), de los sin-cuenta que constituyen la Pascua sin-fin, la eternidad ya iniciada con la victoria de Jesús sobre el pecado y la muerte, sobre todo lo caduco y endeble, sobre las obscuridades y las miserias humanas; y este día nos vincula a la tumba vacía, a los lienzos doblados, al Ángel que dice: “No está aquí. ¡Ha resucitado!”…

PON EL MISTERIO de la resurrección en el bolsillo de tu pantalón o en la mochila de todos los días, ponlo en tu “celular” como la más importante de las “apps” y entonces lánzate a la vida con la certeza de que nada ni nadie tiene que apagar la fuente que –como dijo Jesús- ha de brotar hasta la vida eterna (Jn 4, 4)…

SI VAS A DEJAR el misterio en el libro de teología, o en un rito teatralizado o un hecho filmado y ya, si vas a dejar el misterio como un dato adquirido o una cosa ya estudiada, pues es como si te quedarás dentro de la tumba…

TE INVITO A HACER NUEVAS todas las cosas (Ap 21, 5), que para eso Jesús resucitó del sepulcro y ahora está sentado a la derecha del Padre, que por eso vendrá un día –con gloria- a poner plenitud a toda la creación; pero urge que lo empieces ya y este tiempo pascual es para eso: ¡aprovéchalo!…

P. Eduardo Lozano

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