CORRIÓ, ME ALCANZÓ, me abrazó efusivamente y me dijo con rostro de amanecer recién estrenado: “¡Sí!, ¡hueles a Jerusalén!, ¡¡¡Hueles a Jerusalén!!!”; definitivamente me brotaron interrogantes entre las sienes como salpullido de verano, como verdolagas de primavera, como golondrinas otoñales y como catarro de invierno, y aunque esa niña no supiera lo que me decía, yo lo escuché con un profundo significado…
SI NO ME EQUIVOCO ella tiene apenas siete u ocho años, de nombre Valeria, y no perdió ni ánimo ni atención durante toda –¡TODA!- la procesión de la pasada “Noche Santa”; yo no la había visto antes y su gesto y devoción me han nutrido durante toda –TODA- la Cuaresma y su efecto me durará muchas Pascuas más, ¡las que Dios me conceda!…
HOY NOS UNIMOS –al iniciar la Semana Mayor- a la multitud de hace casi dos mil años que aclamó a Jesús en su entrada a Jerusalén: “¡Hosanna!, ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”; leo la versión de san Mateo (21, 15-16), y ahí Jesús retoma el salmo ocho para justificar que los “chilpayates y chilpayatas” (como diría ya-sabes-quién) se unan a las alabanzas y los vítores para el Mesías; además, ellos tendrían la facilidad para treparse a los árboles, cortar ramas y así aclamar con espontaneidad al Señor Jesús, y no quedarse con la mirada mordaz y el comentario lesivo de escribas y fariseos…
AYER COMO AHORA, la ciudad de Jerusalén no tiene el mejor aroma ni se distingue por limpia y ordenada, no; y aunque en la región se especialicen en perfumes e inciensos, ciertamente hay más olor a mercado y más peste de ajetreo multitudinario, y hay más tufos de cochambre y callejón, que alguna otra cosa parecida a un edén o un jardincito cualquiera…
PERO EL HALAGO que me hizo Valeria lo llevo en el alma y en el corazón, pues para su inocencia infantil yo resultaba ser casi como el que iba montado en la jumenta y sé que no tengo estatura ni seso como para ser siquiera el crío de la misma…
SI EN UN PARALELISMO le dijeras a alguien que “huele a Centro Histórico”, ya imagino a dónde volaría su imaginación: tal vez a Tepito o a Mixcalco, o a la zona de la Merced o las calles de San Pablo; y aunque su vuelo le llevara a la calle de Madero o de Gante, pues ya te imaginas qué aromas y hedores se van entrelazando según el horario y la dirección del viento…
DESDE AQUÍ SALUDO a mis hermanos presbíteros y a sus discretas comunidades que en rumbos como Garibaldi o Peralvillo, en parroquias como la de Jesús María o San José de los Naturales, en barrios como La Soledad o El Carmen, deben recibir el apapacho de Valeria con todo su peculiar significado: “¡Huelen a Jerusalén!”, -les digo yo desde aquí- huelen a pastor herido y a oveja dispersa, huelen a pretorio y Gólgota, huelen a viacrucis y a piscina de Siloé, no a ritual de sumo sacerdote ni a esencia de maestros de la ley…
EN LA CALLE de Margil (¿dónde?) y en Alhóndiga (¿dónde?) sabía yo de acciones pastorales para atender prostitutas y desamparados; en la calle de Misioneros (¿dónde?) sigue funcionando un asilo colmado de Alzheimer; a unos pasos del mercado de San Camilito (¿dónde?) el hospital Jesús Médico sigue dando servicios a bajo costo; y sábado a sábado detrás del Sagrario Metropolitano (ahí sí ya sabemos dónde, aunque muchos lo vemos de lejos) se reparten más de 300 ó 400 desayunos a indigentes y migrantes que también huelen a Jerusalén, pero tienen cara de auténtico centro histórico…
HOY ACLAMARÁS a Jesús en la procesión propia del Domingo de Ramos, pero ¡ponte muy abusado!, porque la palma tejida se quedará en mero adorno polvoso detrás de la puerta de tu casa, si es que no procuras -¡también tú!- oler a Jerusalén, oler a ciudad santificada con la presencia y misión de Jesús, oler a entrega y perdón desde la cruz del Redentor, oler a cenáculo y lavatorio de pies, oler a Getsemaní y piedra de sepulcro removida… NOS URGE EL BUEN aroma que procuró aquella mujer al ungir los pies de Jesús con un perfume que pudo ser vendido en muchos denarios (Jn 12); nos urge seguir trabajando por la dignificación y promoción de tantos hermanos necesitados; nos urge continuar llevando la luz del Evangelio sin aspavientos ni reflectores; y eso tú lo puedes hacer desde tu propio lugar de trabajo y de acuerdo a tus posibilidades…
SI CON MOTIVO de esta Semana Santa te sigues animando a vivir fuera del templo lo que celebras dentro de él, seguramente verás al Señor Resucitado, sin duda te encontrarás el sepulcro vacío y tu entorno lleno de vida; entonces te darás cuenta que la palma bendita sólo fue pequeña herramienta que te llevó a valorar la presencia de Jesús en lo cotidiano de tu vida y tú también olerás a Jerusalén, la ciudad santa.
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