Ahora que inicia diciembre y para los católicos y diversas religiones también inicia el tiempo de esperanza e introspección y cumpliendo un año de este nuevo gobierno es natural e inevitable hacer una reflexión y balance sobre sus resultados y el desarrollo de nuestro país, en respuesta a los grandes retos que motivaron los resultados de la elección del 2018.
Las motivaciones eran y siguen siendo vigentes: combatir la corrupción y dar más transparencia a la toma de decisiones en el uso de los recursos públicos, detener el abuso de prerrogativas y privilegios en la vida pública, combatir con eficacia la violencia y la inseguridad, y fortalecer la democracia hacia la inclusión social, con igualdad de oportunidades. Darle un sentido humano e incluyente al desarrollo.
Todos estos retos fueron las realidades que el ciudadano en común identificó y en la democracia votó en mayoría por una opción que hoy es gobierno. Al mismo tiempo se dio por sentado que continuaríamos con el fortalecimiento de nuestras instituciones que aseguran una vida democrática, pero ahora con un sentido más humano que incluyera más oportunidades para más mexicanos que hasta la fecha no han tenido acceso a la justicia, educación y la salud con calidad.
Un gran reto es replicar el desarrollo del centro y norte del país donde el crecimiento anual promedio es cercano al 10% cada año, generando miles de empleos en diversos estados, y llevar este crecimiento a las regiones con más pobreza del sur sureste de México.
También en el Bajío y el norte de México es necesario humanizar las decisiones, los proyectos y los programas para dar un sentido trascendente al crecimiento que beneficie de manera sustentable a más mexicanos.
La pobreza y la marginación son de los problemas más agudos y el más grande de los retos que tenemos, pero ¿cómo dar oportunidades incluyentes?, ¿cómo generar condiciones para la inclusión de tantos pueblos que aún están aislados en nuestro país?.
La gran diatriba es sobre el camino a seguir: entregar el dinero directamente a los más necesitados para que no se queden recursos en el camino, o bien, generar condiciones para que los más pobres tengan un trabajo que les permita prosperar con seguridad hacia el futuro.
Es indudable que, a raíz de la apertura de México, se han generado muchísimos empleos, principalmente en el centro y el norte. También es indudable que en estos lugares se ha disminuido la pobreza por abajo del promedio nacional y sobre todo la pobreza extrema que en algunos estados ya está por debajo del 3% de su población.
Hoy es momento de dar un salto hacia mejores ingresos mediante empleos dignos y con futuro próspero, es momento de seguir promoviendo la inversión y reinversión tecnológicamente más avanzada y, a la par, desarrollar el talento que responda a los nuevos retos de la revolución industrial 4.0 que consiste en la digitalización de los procesos.
Esto se logra con mayor calidad en la educación, preparación y actualización del talento de los maestros y los métodos de enseñanza. Además, se requiere de una urgente modernización de la infraestructura y la inversión.
No podemos darnos el lujo de observar el pasado sin trabajar hacia el futuro. De ninguna manera podemos perder más tiempo si no atendemos las bases para un futuro incluyente y próspero para México. Eso nos corresponde a todos los mexicanos, empezando por quienes dirigen y toman las grandes decisiones públicas en nuestro país.
Confianza, tecnología y talento son las grandes herramientas para el futuro, para que México siga siendo un país abierto, libre y democrático, pero sumando el atributo del sentido humano. Esto implica inversión y confianza en nuestro sistema de leyes y requiere también seguridad para transitar libremente por nuestras calles, plazas públicas y carreteras y que el Gobierno invierta en educación de calidad y en salud integral.
Como diversos autores coinciden, la riqueza de las naciones se mide por el talento de las personas y no sólo por la cantidad de recursos naturales.
Por último, necesitamos UNIDAD, pues en la discordia y el odio no vamos a encontrar el desarrollo, el crecimiento será sólo para algunos -como hasta ahora-, y no para todos. Sólo en la unidad se dará el progreso incluyente.
Al hacer un balance, no olvidemos que nuestro país lo construimos todos y quienes hemos tenido oportunidades en la vida tenemos también más responsabilidad con los que menos tienen.
Este es nuestro México y si lo podemos cambiar si somos generosos y nos unimos para construir la prosperidad incluyente.
*El autor es empresario mexicano, expresidente del Consejo Coordinador Empresarial 2015-2019.
Los textos de nuestra sección de opinión son responsabilidad del autor y no necesariamente representan el punto de vista de Desde la fe.
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