En un video publicado en sus redes sociales, la víctima ratifica que se llegó a un acuerdo, resaltó que la agresora le pidió perdón y que ella accedió porque “todo mundo se merece una segunda oportunidad". Foto: Especial
De los tantos y muy tristes casos en los que “amigos” o familiares llegan a grados inexplicables de agresión, hay uno de reciente difusión al tratarse de dos jóvenes de notoriedad pública, una, “modelo”, la otra, “influencer”. Luego de una aparente discusión, la influecer agredió a la modelo con sendas puñaladas que le habrían causado hasta 13 heridas, las cuales pusieron en riesgo su vida, pues resultado de la grave agresión estuvo en coma por más de cinco días, además de varios días en terapia intensiva en los que tuvieron que reconstruirle las manos además de drenajes en el corazón y el pulmón; una vez con la vida a salvo se está sometiendo a una serie de terapias que le ayudarán a su recuperación, la cual, por la gravedades de las lesiones, no alcanzará el cien por ciento.
La agresora fue detenida y llevada a prisión. Cinco meses después de los acontecimientos, los medios de comunicación reportaron que la influencer habría alcanzado la libertad luego de un acuerdo legal con la víctima, pues entre sus abogados y familiares lograron que las autoridades judiciales le dieran una pena menor, la cual consiste en que la influencer debe pagar 750 mil por la reparación del daño, (la cual se ha diferido en pagos), además de una “libertad custodiada” la cual consiste en que la indiciada estará libre con medidas específicas.
Lo que aparentemente se observa es un, hasta cierto punto, natural acuerdo de las partes, y digo “hasta cierto punto” porque no deja de ser sorprendente que, para la gravedad de la agresión, se haya logrado un acuerdo tan desproporcionado, en el sentido de que un delito como el que se ha dado conocer, merece lo que coloquialmente llamamos “todo el peso de la ley”.
Visto así, parece que por ahí hay mano negra, parece otra cosa a la que hemos conocido, ¿podría haber intereses más profundos, algo que no se conozca o que está “bajo la mesa”? ¿Habrá algún tipo de interés o de presión? ¿Habrá algún tipo de acuerdo económico mucho mayor del que se ha conocido? O ¿habrá algún tipo de salida más simple a la vez que más profunda y significativa? Por lo que estamos acostumbrados, fruto de lo que vemos cotidianamente, es más fácil pensar en la salida más “conveniente” o “ventajosa” para la víctima que puede aprovecharse con cierta justicia de su condición.
Las razones que han movido al acuerdo entre las partes han sido desveladas por la víctima misma a través de un vídeo y han sorprendido a la opinión pública.
En un video publicado en sus redes sociales, la víctima ratifica que se llegó a un acuerdo, resaltó que la agresora le pidió perdón y que ella accedió porque “todo mundo se merece una segunda oportunidad en la vida” y “no soy nadie para privar a las personas de su libertad”, “si ella se compromete a cumplir con todas las medidas ‘está bien’”, “llegamos a la conclusión de que no hay problemas entre nosotras y nuestras familias, ni legalmente, cada quien va a vivir su vida por aparte, una alejada de la otra, y ya, a seguir con la vida […]” En un segundo video agrega “… a seguir adelante con mi paz mental y a echarle ganitas”. Con esta respuesta la víctima despeja toda duda y, sobre todo, disuelve cualquier tipo de especulación telenovelesca. La respuesta es muy simple porque va por la vía más corta y sanadora: el perdón.
Es verdad que la víctima tiene todo el derecho a usar de las herramientas legales a su alcance para hacer justicia y protegerse, y no haría mal en hacerlo, es legítimo y hasta responsable que deba hacerse así, sin embargo, existe una vía distinta, la vía que exige muchos valores asumidos, interiorizados, valores y principios aprendidos en familia que privilegian cosas que nuestro mundo no entiende mucho y que, incluso, está empeñado en sofocar.
El perdón que otorga esta víctima, fuera de toda lógica mezquina, busca, naturalmente, la “paz interior”, una paz que no es mera ausencia de conflicto, sino integración interior que privilegia los valores más trascendentes por encima de legítimas razones de mera conveniencia. Tan es así que, para lograr esa paz interior, esta joven modelo, no la alcanza sólo evitando la “legítima defensa”, sino dando a la agresora algo de sí misma, es decir, dándole a la infuencer una segunda oportunidad: “todo mundo -dice- se merece una segunda oportunidad”. Sin duda, aquí hay grandeza de corazón y, por lo tanto, perdón verdadero.
No alcanzo a ver si la víctima es creyente en Cristo, si esta noción de perdón que aplica en su vida, ante algo tan grave, viene de conocer el Evangelio, es consonante con al enseñanza del Señor, pero, independientemente de ellos, este suceso es una parábola de nuestros tiempos que nos ejemplifica lo que el Señor Jesús nos ha enseñado: “si tienes algo contra tu hermano, arréglate con él en el camino, no sea que te lleve al policía, el policía te entregue al juez y este te meta a la cárcel”, que, además de aplicar aquí literalmente, se refiere a algo más trascendente, como la cárcel del rencor, la cárcel de la revancha que nos hace sacar, en nombre de la justicia, nuestras más bajas pasiones.
¡Qué diferente imagen la de unos familiares que presencian la aplicación de la pena de muerte de un convicto que les hizo algo innombrable, y con ello buscan reparar el daño, a la imagen de esta joven que, con simpleza o no, o con suficiente consciencia o no, fue capaz de buscar la paz del corazón, dando una segunda oportunidad ante quien la agredió gravemente! Si la agredida no es creyente, sin duda pertenece s aquellos que no están “lejos del Reino de los Cielos”, que han podido intuir el mensaje universal del perdón, el único camino que logrará la fraternidad que tanto anhelamos. El perdón es para los creyentes una exigencia de congruencia con la fe que profesan y para los no creyentes es la semilla del Verbo sembrada en todo corazón humano que lo conduce a la paz y al encuentro consigo mismo para abrirse al encuentro del otro.
En un mundo donde reinan el encono, la violencia y la injusticia, el perdón es una auténtica revolución y son capaces de otorgarlo aquellos que han comprendido de qué se trata la vida, porque para valorar auténticamente la dignidad del otro y aprender a convivir entre iguales, antes ha habido una autovaloración que permite abrirse a la búsqueda de los valores trascendentes, los cuales encontramos en Jesucristo y su evangelio.
Agradezco, de todo corazón, el ejemplo que me ha dado esta jovencita, que de ser modelo por su agraciada apariencia física, ha pasado, en este episodio, a ser modelo de aquel perdón que lleva a la paz.
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