Históricamente, en distintas culturas, e incluso religiones, la gente ha recurrido a determinadas prácticas propias del ocultismo con la intención de obtener un beneficio: tal vez éxito, salud, amor, poder, protección o prosperidad, entre otras cosas. Pero también hay quienes utilizan dichas prácticas -como la magia blanca o la hechicería-, no para alcanzar un beneficio, sino un maleficio: es decir, con el propósito de hacerle un daño a una persona concreta.
En la cultura popular, al conjunto de prácticas empleadas para hacer el mal se le conoce como ‘magia negra’. A las prácticas que se emplean con la intención de lograr un “beneficio” propio o para los demás, se les considera ‘magia blanca’.
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El Catecismo de la Iglesia Católica rechaza y condena tanto la ‘magia negra’ como la ‘magia blanca’, sin importar si su uso encierra una intención “buena”, como el buscar curar a una persona, toda vez que su empleo contraviene el Primer Mandamiento: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”, pues sólo en Él debemos depositar nuestra confianza, y sólo a Él debemos rendir culto.
Sin embargo, es preciso señalar que revisten una mayor gravedad las prácticas que tienen el propósito de dañar a otros: los maleficios, pues se convierten en un atentado contra la justicia y una falta de caridad al prójimo, al que, por el contrario, se busca perturbar, atormentar, causarle daño, enfermedad o hasta la propia muerte.
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Los maleficios no son exclusivos de algunas culturas o de determinados periodos históricos; se trata de prácticas que atraviesan toda la historia y las distintas regiones del mundo. Arqueológicamente se han podido documentar en el Antiguo Egipto, en Mesopotamia, en los antiguos pueblos cananeos y fenicios, y en muchos otros pueblos y culturas.
En la cultura mexicana, por ejemplo, han existido diversas formas de hacer maleficios, como los llamados “entierros” de personas, en los que se sepultan fotografías o prendas de las víctimas para causarles algún mal. O el uso de los llamados muñecos vudú -una práctica importada de África-, que en teoría, son instrumentos para convertir un daño simbólico en un daño real hecho a una persona concreta.
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Pero, ¿surten efecto dichas prácticas? ¿La víctima está indefensa ante dichos ritos o conjuros? ¿Cuáles son las consecuencias de participar en ritos ocultistas? En nuestra edición de este domingo podrás encontrar una entrevista con el P. Andrés Esteban López, miembro de la Pastoral de la Consolación y del Colegio de Exorcistas de la Arquidiócesis de México.
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