El Señor del Veneno, también llamado Cristo Negro, es una imagen muy venerada y tiene un gran número de fieles. La historia sobre su color se deriva de una leyenda que cuenta que un sacerdote acostumbraba a orar todos los días frente a Él y al finalizar su rezo le besaba los pies.
Un día el sacerdote confesó a un hombre que había robado y matado cruelmente a una persona. Ante esto, el padre le comentó que Dios siempre perdonaba a quienes han cometido errores, pero que debía devolver lo robado y entregarse a la justicia.
Esto no le gustó al ladron y cegado por la furia, y ante el miedo que el sacerdote pudiera entregarlo a las autoridades, decidió asesinarlo. Para ello ungió veneno en los pies de la imagen, para que cuando el padre la besara sus labio se impregnaran con esta sustancia mortal.
Cuando el clérigo acudía a hacer su habitual oración ante el Cristo, se admiraba de que la imagen flexionara sus rodillas para que no besara sus pies. Algo que lo sorprendía. Además se dice que el Cristo absorbió el veneno, por ello cambió al color negro.
El Cristo salvó al sacerdote de morir y se sabe que el ladrón al ver este prodigió decidió confesar sus acciones y entregarse a la justicia.
El Señor del Veneno se celebra el tercer viernes de octubre, aunque también todos los viernes, a las 12 del mediodía, se realiza una misa en su honor.
En la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México se encuentra una imagen del Señor del Veneno o Cristo Negro. Está ubicada en el Altar del Perdón.
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El Señor del Veneno o Cristo Negro es muy venerado por los fieles católicos que acuden a Él para presentarle todas sus necesidades y solicitarle su ayuda para superarlas. Muestra de los múltiples milagros recibidos son los testimonios que las personas colocan en su retablo dándole gracias.
Una oración muy milagrosa al Señor del Veneno o Cristo Negro es la siguiente:
Oh, Señor mío, postrado ante ti, e indigno como soy, quisiera platicar contigo. Vengo a ofrecerte mi vida con todos sus problemas, mi alma con sus imperfecciones y mi cuerpo con sus limitaciones.
Todo es tuyo Señor, te pertenece, haz con ello lo que quieras, porque yo en ti creo, en tu bondad confío y en tu misericordia espero.
¿Qué podría yo ofrecerte sino este corazón en el que es tibia la fe. Es débil la esperanza y falta tanta caridad y amor por mi prójimo?
¿Qué podría yo pedirte? Conoces mis necesidades aun aquellas que son puramente secundarias.
Cuánto habrás de perdonarme. Tú conoces mis pecados porque he caído, gran Dios, pero con tu amor habré de levantarme.
Agradezco de ti los dones recibidos, me los diste Señor por tu gran misericordia, porque de méritos nada habría recibido.
Quiero estar ante ti y ver tu cuerpo escarnecido, por mí, Señor, por mis pecados, y pedirte entonces quiero:
• Que las llagas de tus pies guíen los míos al buen camino.
• Que las llagas de tus manos extiendan las mías hacia las buenas obras.
• Que las heridas de tu frente libren la mía de malos pensamientos.
• Que la herida de tu costado, haga nacer en mi corazón los buenos sentimientos.
• Que la amargura que sentiste al probar hiel y vinagre cierren mis labios a ofensas, mentiras y difamaciones.
• Que toda tu vida, dolor y muerte sean guía, y lleno de amor cumpla tu voluntad bendita.
Infúndeme Señor tu gran paciencia, para aceptar lo que soy, como estoy y lo que tengo, y entender que si algo más espero, no me lo has dado porque a mi alma no conviene.
Quiero Señor que cada día aumente en mí, el amor a tu Santísima Madre que es la mía, y que el ejemplo de santos mártires aumenten mis virtudes.
Quédate conmigo por siempre, Señor, te necesito: habrás de darme fuerza cuando se haga necesario, para luchar por ti, por mis hermanos, perseverando en tu divina gracia, hasta que quieras tú fijar el fin de mi jornada. Amén.
Catedral Metropolitana de México
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