A lo largo de la historia de la Iglesia Católica se han presentado casos de santos cuyos restos son hallados incorruptos, es decir, sin la descomposición natural que ocurre en un cuerpo humano luego de la muerte.
Tal es el caso de san Juan María Vianney que en el marco de su proceso al altar fue exhumado y hallado incorrupto, sus restos se conservan para la veneración de los fieles. O el del beato Sebastián de Aparicio cuyo cuerpo incorrupto se conserva en la iglesia de San Francisco, en Puebla. ¿Cómo debemos interpretar el hecho de que esto ocurre?
El Papa Benedicto XIV (1675- 1758) escribió una obra de 5 volúmenes titulada: Los siervos de la beatificación y la venturada canonización, en el que incluyó un capitulo llamado “Cuerpos incorruptos”, que hasta el día de hoy sigue siendo la referencia clásica dentro de la Iglesia respecto al tema.
En él señala que los únicos restos incorruptos que pueden ser considerados milagrosos, son aquellos que no habrían sido sometidos a ningún proceso de preservación, pero conservan su frescura y flexibilidad por años después de su muerte.
Tal es el caso de santa Bernardita Soubirous (1844-1879), pastora y vidente de la Virgen en Lourdes, cuyo cuerpo permaneció incorrupto por años, pese a haber quedado expuesto al proceso natural de degradación.
No así el del Papa Juan XXIII que, si bien fue hallado en buenas condiciones, al morir había sido rociado con un agente antibacteriano y sepultado herméticamente; aunque en su caso, lo realmente milagroso fue su propia vida.
El padre Gerardo Sánchez, quien fue por años encargado de la Comisión Arquidiocesana para la Causa de los Santos, considera que lo primero que hay que aclarar, es que la incorruptibilidad de un cuerpo no es un requisito para la canonización, como lo muestra el caso del beato Sebastián de Aparicio, beatificado en 1789 por el Papa Pío VI, sin que hasta hoy haya sido canonizado.
“La incorruptibilidad -señala-, es un signo de los méritos de Cristo, que refleja el amor de Dios por sus criaturas y la dignidad del cuerpo como templo que ha recibido el Bautismo. Al igual, hay otros signos extraordinarios, como levitación, estigmas o aroma a santidad, pues los santos tienen como misión, asumida voluntariamente, dar gloria a Dios”.
El padre Jorge Isabel Mora es el actual encargado de dicha comisión arquidiocesana, él señala que la incorruptibilidad de los restos de algunos santos son un guiño del amor de Dios para entusiasmar a los creyentes a vivir más unidos a Él.
“Pero en realidad el fenómeno no es lo más importante; para efectos de santidad, lo que importa son los signos sensibles, como el vivir las virtudes a un grado heroico”.
El hecho de que un santo haya sido exhumado con signos de incorruptibilidad -explica-, tampoco quiere decir que sea más santo que otros que siguieron su proceso de descomposición natural.
“Significa que Dios quiere platicarnos acerca de esas vidas, que han tenido una profunda relación de amistad con Él, a través de esos cuerpos incorruptos, que en realidad son reliquias en primer grado, y nada más”.
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