Cada 18 de agosto, la Iglesia Católica celebra a Santa Elena, quien emprendió una peregrinación a Tierra Santa en busca de las reliquias de la pasión de Cristo, en el año 326.
Esta santa fue la madre de Constantino el Grande, emperador que puso fin a las 10 oleadas persecutorias de cristianos que hubo en el imperio romano, y quien, mediante el Edicto de Milán del año 313, se estableció la libertad religiosa en todo el amplio territorio imperial. Para esa fecha, ya había sedes episcopales por todo el imperio y el número de cristianos ya se contaba por millones.
Un hecho relevante en la conversión al cristianismo de Constantino fue la batalla contra Majencio que tuvo lugar el 28 de octubre del año 312, y cuya victoria le dio poder absoluto sobre los territorios de Occidente, y es que, de acuerdo con la historia, antes de que los dos ejércitos se enfrentaran, escuchó una voz que le decía mientras miraba en el cielo una cruz: con este signo vencerás, por lo que mandó poner la santa cruz en su estandarte.
Uno de los principales cronistas de aquellos sucesos fue Eusebio de Cesarea, de modo que todo esto está documentado, como también la imposición del cristianismo como religión oficial del imperio. Constantino ordenó construir importantes templos y basílicas cristianas, entre ellas, sobre la tumba de San Pedro, en el Vaticano, pero también fue protagonista de otros actos de importancia, como fue la convocatoria al Concilio de Nicea, que, entre otros temas, definió la doble naturaleza del Hijo de Dios: humana y divina, y su relación con Dios Padre.
Contrario a lo que se cree, fue Constantino quien influyó en la conversión de Santa Elena, su madre, quien se convirtió en una piadosa mujer que emprendió una peregrinación a Tierra Santa en busca de las reliquias de la pasión de Cristo, en el año 326.
De acuerdo con algunos historiadores, su búsqueda se centró en tres aspectos y la metodología que uso fue entrevistando a personas con credibilidad: la gruta en el que el Salvador nació en Belén; el sepulcro cercano al Calvario en Jerusalén, y, el pasaje bíblico descrito por San Lucas (21.37): Jesús enseñaba de día en el templo y de noche se quedaba en el monte que se llamaba de los Olivos”.
Santa Elena mandó construir tres Basílicas: Anástasis (Resurrección) cerca del Calvario; la Natividad en Belén y la Iglesia de los Discípulos y de la Ascensión en la cumbre del Huerto de los Olivos. En la búsqueda de la cruz, demolió el templo erigido a Venus en el Monte Calvario e hizo cavar hasta que le dieron noticias de haber encontrado tan importante reliquia, la cual fue identificada por acción de un milagro. En todas estas actividades le acompañó el arzobispo Macario I de Jerusalén, de origen griego, y quien fue el coordinador de la construcción de la primera Iglesia del Santo Sepulcro.
En cuanto a su vida, de acuerdo a las costumbres romanas, ella, que entonces era pagana, fue tomada por concubina por el centurión Constance Chlore, es decir, como esposa de segunda fila. Luego la repudió, unos 20 años más tarde, cuando él se convirtió en César de las Galias para desposar a una princesa imperial. De esta unión nació quien sería el emperador Constantino, quien amaba profundamente a su madre, le confirió el título de Augusta e hizo grabar su efigie en monedas en la que se le ve coronada con diadema imperial.
Santa Elena murió en Nicomedia, a su regreso de Tierra Santa y sus restos fueron trasladados a Roma y están en propiedad del Vaticano. A ella se le representa al lado de la Cruz de Cristo, cuya celebración es el tres de mayo.
La Iglesia Católica celebra a Santa Elena el 18 de agosto, y también es venerada por las Iglesias Ortodoxa y luterana.
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