Las Carmelitas descalzas pidieron oficialmente que santa Edith Stein sea Doctora de la Iglesia, y razones hay para ello. La petición la hizo el Superior General de esta Orden religiosa, el español Miguel Marquez Calle, quien entregó por escrito el documento el pasado 18 de abril al Papa Francisco.
Ella fue una destacada filósofa cuyos libros hoy se estudian en las universidades, y en sí, fue la primera mujer que presentó una tesis filosófica en Alemania, pero, además, fue estrecha colaboradora del filósofo alemán Edmund Husserl, fundador de la fenomenología, una corriente que consiste en estudiar el mundo en tanto se manifiesta directamente en la conciencia.
Su fundador, Husserl, la describía como una psicología descriptiva, y entre los seguidores de este movimiento hay filósofos destacados como el propio Heidegger. Edith Stein dio conferencias en Alemania, desarrolló una teología de la mujer e hizo un análisis de la filosofía de Santo Tomás de Aquino. Era una mujer brillante pero el régimen nacional socialista le prohibió la enseñanza.
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Entonces, ella ingresó al Monte Carmelo y tomó los hábitos con el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz, pero por ser judía, fue detenida por la Gestapo el 2 de agosto de 1942 y fue ejecutada siete días después.
Edith Stein nació en Breslavia, hoy Polonia, el 12 de octubre de 1891, el día de Yom Kipur. Comenzó sus estudios en la escuela Victoria en 1896, fecha en la que se permitió en Prusia estudiar el bachillerato a las niñas. A la edad de 15 años, en 1906, dejó la escuela y partió para Hamburgo donde estuvo 10 meses ayudando a su hermana que iba a tener un hijo. Al siguiente año volvió a Breslau y terminó la secundaria, y poco después se interesó por la filosofía de Schiller, quien fue discípulo de Kant.
Se hizo miembro de la Asociación Prusiana por el voto de las mujeres y apoyó al movimiento feminista. Terminó el bachillerato en 1911 e ingresó a la Universidad de Breslau donde estudió teatro alemán, lenguajes indoeuropeos, griego e introducción a la psicología, entre otras materias. En esta época, ella se declaró atea.
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En 1913 ingresó en la Universidad de Gotinga y atraída por la fenomenología se hizo discípula de Husserl. En 1917, su tesis obtuvo la calificación Summa cum laude, y continuó sus estudios sobre el problema de la empatía y otros temas más como es el de la subjetividad.
Durante la Primera Guerra Mundial, Edith Stein regresó a Breslau, tomó cursos como auxiliar de enfermera, trabajó en un hospital austriaco y se enroló en la Cruz Roja. Luego siguió estudiando y obtuvo un doctorado en la Universidad de Friburgo.
Ella se convirtió en la asistente personal de Husserl y estudió estenografía para poder leer las notas que escribía el filósofo. Dio cursos de iniciación al pensamiento filosófico, y se interesó por las relaciones interpersonales, las comunidades de pertenencia y el sentido de los valores y religiosos; escribió varios libros sobre estos y otros temas.
Su encuentro con Cristo fue producto de una larga búsqueda intelectual y espiritual que abarcó de 1916 a 1921. Leyó los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, las Confesiones de San Agustín, y la Autobiografía de Santa Teresa de Jesús, entre otros libros. Descubrió la existencia de un amor sobrenatural.
Ella aceptó el bautismo el 1 de enero de 1922, y el 2 de febrero hizo su primera comunión y la confirmación de manos del obispo Ludwig Sebastián, de la diócesis de Espira. A petición del obispo, comenzó a dar clases de alemán en una escuela normal de las dominicas entre 1922 y 1933. Participó en el diálogo entre católicos y protestantes, y obtuvo gran reputación con una conferencia en 1930 sobre la ética de las profesiones femeninas.
Sus cenizas se perdieron entre los miles de judíos que fueron cremados. Ella fue beatificada por Juan Pablo II en 1987, no tan solo por su calidad de mártir sino por sus virtudes; fue canonizada el 11 de octubre de 1998, y fue declarada co patrona de Europa el 1 de octubre de 1999, junto con Catalina de Siena y Brígida de Suecia. Su fiesta litúrgica es el 9 de agosto.
La canonización de Santa Edith Stein causó polémica en tiempos de Juan Pablo II, por su condición de judía conversa, pero nadie cuestionó su condición de mártir de la Iglesia, pues falleció en las cámaras de gas del campo nazi de exterminio de Auschwitz, siendo carmelita descalza profesa, tras superar una etapa de ateísmo cuya conversión al catolicismo tuvo lugar en 1921.
Santa Edith Stein fue una mujer que se involucró en el diálogo de la fe y la ciencia, y es considerada como una de las grandes intelectuales del siglo XX.
De aprobarse esta petición, santa Edith Stein se sumará a otras santas que han sido declaradas Doctoras de la Iglesia, como Santa Teresa de Ávila, fundadora de las Carmelitas Descalzas; Santa Teresita del Niño Jesús; autora del libro Historia de un Alma; santa Hildegrada de Bingen a quien elevó a este rango por el papa Benedicto XVI y Santa Catarina de Siena, de espiritualidad dominca.
Un Doctor de la Iglesia es un título honorífico otorgado por la Iglesia Católica a ciertos santos cuyas enseñanzas y escritos han sido especialmente influyentes en la teología y doctrina católica. Este título reconoce su sabiduría teológica y su contribución significativa al desarrollo y comprensión de la fe cristiana.
La importancia de los Doctores de la Iglesia radica en varios aspectos:
– Autoridad teológica: sus escritos y enseñanzas son considerados autoritativos en la interpretación de la doctrina católica. Sus obras son estudiadas y citadas por teólogos y líderes de la Iglesia como fuentes de sabiduría y orientación en asuntos de fe y moral.
– Defensa de la ortodoxia: muchos doctores de la Iglesia jugaron un papel crucial en la defensa y clarificación de la ortodoxia cristiana frente a herejías y desviaciones doctrinales. Sus escritos ayudaron a establecer y afirmar la enseñanza católica en áreas como la Trinidad, la naturaleza de Cristo, la gracia y otros temas fundamentales.
– Contribución a la espiritualidad: además de su labor teológica, muchos doctores de la Iglesia han dejado un legado importante en el ámbito de la espiritualidad cristiana. Sus escritos sobre la oración, la vida cristiana, la virtud y la moralidad continúan siendo una fuente de inspiración y guía para los fieles.
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