“Si no hubiera Santa Claus no habría Navidad”; “la Navidad es cuando viene Santa Claus”, “El espíritu navideño es Santa Claus”. Estas y otras ideas predominan entre nuestros “primos del Norte” con relación a la Navidad. El nacimiento de Jesús en Belén pasa desapercibido ante la propaganda que se hace de Santa Claus. Esto, todavía, no pasa entre nosotros los mexicanos, pero, al paso que vamos, dentro de muy pocas generaciones estaremos celebrando en Navidad no al Niño Jesús, sino a Santa Claus.
Por lo pronto, ya nuestros niños tienen una imagen falseada de Santa Claus. Si les preguntamos quién es, nos contarán, más o menos, la siguiente historia: “Santa Claus, con su gordita y coloradita esposa, vive en el Polo Norte en donde tiene su taller para hacer los juguetes que llevará en Navidad a todos los niños del mundo. Es ayudado por unos duendecitos que acomodan los juguetes en un trineo tirado por renos y a la cabeza va Rodolfo, el reno de la nariz roja. En la Nochebuena, vuela con su trineo y se mete por las chimeneas de las casas depositando los juguetes al pie del árbol de navidad. Los niños que lo esperan alcanzan a escuchar desde su lecho el “¡jo, jo, jo!” del feliz anciano que hace el bien en esa noche santa. A veces se asoman a la ventana y alcanzan a ver el trineo volador contra la claridad del cielo.
Es una historia bonita, pero ¡falsa!
-Entonces… ¿no existe Santa Claus?
-¡Claro que existe, pero le han cambiado la historia!
Comencemos con el nombre: para nosotros, en español, el nombre es San Nicolás y es uno de los santos más venerados en la Iglesia católica. En todas las Iglesias antiguas, veremos a San Nicolás como un venerable obispo, con su mitra y su báculo y, a sus pies, un barril donde asoman unos niños. Esto nos recuerda uno de sus milagros.
San Nicolás nació en Patara, que actualmente pertenece a Turquía, en el S. IV. Hijo de una familia muy rica, San Nicolás heredó una gran fortuna cuando murieron sus padres y con ella hizo muchas caridades en secreto para que las gracias se las dieran a Dios y no a él. Muy joven aún se ordenó sacerdote y su tío, obispo de Mira, un pueblo cercano a Patara, lo llamó a su lado para que lo ayudara. A la muerte de su tío, Nicolás fue nombrado Obispo de Mira.
En ese tiempo, los emperadores perseguían a los cristianos y San Nicolás fue llevado a la cárcel y torturado en espera de su muerte. El emperador Constantino, al convertirse al cristianismo, ordenó la libertad de los cristianos y nuestro santo salió de la cárcel sin haber alcanzado el martirio.
Ya de regreso a Mira, una mujer de su pueblo natal acudió al santo obispo llorando porque sus hijos habían sido robados por un carnicero que los había asesinado metiéndolos en un barril de vinagre para vender su carne. San Nicolás viajó a su pueblo y resucitó a los niños regresándolos a su madre. Por eso es patrono de los niños.
En otra ocasión un hombre pobre estaba desesperado porque no tenía dinero para casar a su hija mayor, ya que en ese tiempo se pagaba una dote, dinero, por cada hija que se casaba. San Nicolás fue de noche, a escondidas, y dejó a la puerta del pobre la dote de la hija. La historia se repitió cuando le llegó el turno de casar a la segunda hija, pero entonces aquel hombre descubrió a San Nicolás haciendo caridad y se lo platicó a todo el mundo.
Asimismo, es también patrono de los soldados y de los marineros a quienes salvó la vida milagrosamente en diversas ocasiones. Cuando murió, su cuerpo comenzó a despedir una especie de rocío que tenía la facultad de sanar a los enfermos. En el S. XI, bajo la invasión de los musulmanes, los italianos de Bari rescataron el cuerpo del santo obispo y lo llevaron a su tierra en donde actualmente se venera.
Los marineros holandeses llevaron su devoción a holanda y de allí, posteriormente, a Estados Unidos en donde se le dio una imagen más comercial, pero falsa.
En 1863 Thomas Nast, un caricaturista estadounidense, diseñó el actual traje de Santa Claus para las portadas de una revista llamada Harper’s Weekly.
Es casi imposible detener la invasión ideológica de los Estados Unidos a través de tantas películas y de tantos intereses comerciales con los que nos bombardean año con año. Pero sí es posible enderezar la historia y contar a nuestros hijos la verdadera historia de un obispo bueno que gustaba de hacer caridad sin que nadie lo viera. Su fiesta se celebra el 6 de diciembre.
San Nicolás nos enseña el maravilloso arte de saber dar sin esperar recompensa. Así debemos dar para obtener la recompensa en el cielo donde está nuestro Padre Dios que todo lo ve. A final de cuentas, es muy cierto eso de que “Dios te lo pague”. ¡Dios siempre paga!
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