El Apóstol San Mateo es mencionado en la Biblia como hijo de Alfeo. Marcos y Lucas se refieren a él como Leví; algunos estudiosos suponen que Jesús le dio por nombre Mateo que significa “don de Dios”.
Estos evangelistas también mencionan que Mateo era recolector de impuestos (publicano) en Cafarnaúm, cerca de la frontera que separaba los estados de Herodes Antipas y los de su hermano Felipe, por lo que la ciudad tenía importancia comercial al ser paso obligado de las caravanas.
Su oficio, recaudar impuestos entre su pueblo para enviarlos a Roma, tenía gran descrédito entre los judíos, quienes veían a los publicanos como traidores. Jesús lo llamó y le dijo “sígueme”, y “él levantándose lo siguió”.
En otro momento de su evangelio, Mateo invita a Jesús a su casa, y la gente le cuestionó al Mesías por qué comía con publicanos y pecadores, a lo que Jesús respondió: “No son los sanos, sino los enfermos los que tienen necesidad del médico; yo no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores. (Mt 9, 9-13)”.
La tradición señala que Mateo evangelizó Judea y posteriormente en Etiopía y Persia. Vivió varios años en Antioquía donde escribió su Evangelio. Algunos señalan que murió martirizado; san Clemente de Alejandría supone que fue de muerte natural en Etiopía.
Sus restos reposan en la catedral de Salerno, en Italia, y su fiesta litúrgica es el 21 de septiembre. Es representado por el arte sacro como un ángel con figura humana y con un libro.
De los cuatro evangelistas, san Mateo es quien inicia los libros del Nuevo Testamento, al presentar a Jesús como el Mesías por medio de quien Dios cumplió las promesas hechas al pueblo de Israel a través de sus profetas en el Antiguo Testamento.
Su evangelio es sinóptico, es decir, guarda cierta similitud con los de Marcos y Lucas, y en su metodología lleva un orden consecutivo que da inicio con la genealogía y nacimiento de Jesús, y después de un intervalo de 30 años, habla de Juan el Bautista quien bautizó a Jesús en el rio Jordán y la tentación en el desierto; luego habla de su vida en Galilea donde predica, enseña y cura a los enfermos hasta que emprende su último viaje a Jerusalén reportando los sucesos de la última semana que culminan con la Pasión y Resurrección de Cristo.
En su evangelio destacan cinco grandes discursos: el sermón de la montaña, la instrucción evangelizadora que da a los 12 discípulos, las parábolas sobre el reino de los cielos, las enseñanzas sobre lo que significa el discipulado cristiano y las enseñanzas sobre el fin de la edad presente y la venida del reino de Dios.
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