San Enrique II y su esposa, santa Cunegunda de Luxemburgo, llevaron una vida de santidad y posiblemente de castidad; se preocuparon por lo que ocurría en la Iglesia, por lo que procuraron que se hicieran reformas que la favorecieran y trajeran la paz en Italia.
Él fue emperador del Sacro Imperio Germánico, por lo tanto, gobernaba sobre Alemania, Austria, Suiza, los Países Bajos, y la Italia del norte, tenía una gran responsabilidad.
A este matrimonio le tocó vivir el inicio del segundo milenio, pues nació en el año 1003, fue coronado en el 1014 y a lo largo de su vida tuvo dos preocupaciones fundamentales: mantener la unidad de su reino y reformar al papado, en un siglo en el que existieron 28 Papas.
Cuando él asumió el trono, gobernaba la Iglesia Benedicto VIII, quien apenas electo fue expulsado de Roma por rivales y en su lugar pusieron a un antipapa, este último pronto fue rechazado por la intervención de San Enrique, quien hizo todo lo posible para regresar la paz a toda Italia.
El emperador también luchó contra los musulmanes en la defensa de Tierra Santa y consagró la catedral de Bamberg, en la ahora Alemania. Combatió los abusos del clero y ayudó a convocar el Concilio de Pavía, que en el año 1122 decretó severas condenas a los sacerdotes que practicaban la simonía y a los que no respetaban el celibato sacerdotal.
Cuando Enrique II falleció, el 13 de julio de 1034, su esposa ingresó a un convento de la abadía de Kaffungen, que ella misma había fundado. Ambos fueron sepultados en la catedral de Bamberg, en Baviera, Alemania.
En el arte sacro, él es representado con corona y la Biblia bajo el brazo, y en algunos casos, al lado de San Pedro y San Pablo. Su fiesta litúrgica es el 13 de julio.
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