¡Conoce la historia de los sacerdotes jesuitas que estaban en Hiroshima cuando explotó la bomba atómica en 1945!
El 6 de agosto de 1945, una bomba atómica de uranio llamada Little Boy de 4400 kilogramos de peso y una longitud de 3 metros de largo y 71 centímetros de diámetro, explotó a 600 metros de altura sobre la ciudad de Hiroshima causando un hongo radiactivo que se expandió por 12 kilómetros destruyendo al 69 % de los edificios y matando entre 70 mil y 80 mil personas, un tercio de la población, y otras 70 mil resultaron heridas. Solo 20 mil personas de las fallecidos eran militares, el resto, población civil. Fue una masacre.
Entre las personas que salvaron la vida estuvieron cuatro sacerdotes jesuitas alemanes que en medio del tenso ambiente de la II Guerra Mundial, celebraban como toda la Iglesia la fiesta de la Transfiguración del Señor. El templo se encontraba a 1.6 kilómetros del lugar donde impacto la bomba.
Ellos fueron Hugo Lassalle, el superior de la Orden en la isla, Hubert Schiffer, Wilheim Kleinsorge y Hubert Cleslik, quienes se encontraban en la casa parroquial, uno de los edificios que soportó el impacto de la bomba. Uno de ellos celebraba la Eucaristía, otro estaba desayunando, y los otros dos en distintos salones de la parroquia. Las pequeñas heridas que ellos sufrieron fue a consecuencia de los vidrios rotos.
“Eran las 8:15 exactamente al momento en el que escuchamos la explosión, cuando llegó la intensa luz e inmediatamente después el sonido de ventanas, paredes y muebles rotos. El padre Schiffer fue enterrado debajo de una porción de una pared y sufrió una grave lesión en la cabeza, el padre superior recibió la mayoría de las astillas en la espalda y la extremidad inferior de las cuales sangraba copiosamente. Todo se revolvió en las habitaciones, pero el marco de madera de la casa permaneció intacto”, dice un relato de
1946 escrito por el padre John Siemes.
El padre Schiffer escribió: “de repente, una terrible explosión llenó el aire con un estallido de trueno. Una fuerza invisible me levantó de la silla, me lanzó por los aires, me sacudió, me golpeó, me dio vueltas y vueltas como una hoja en una ráfaga de viento otoñal.”
El edificio, ciertamente, estaba reforzado por un sacerdote llamado Gropper que estaba atemorizado por los frecuentes sismos en Japón, pero todos los inmuebles de alrededor se desmoronaron; se estima que el 14 % de las personas que estaban dentro de un kilómetro de la zona cero sobrevivieron, un porcentaje muy bajo.
En los años posteriores, fueron examinados por doctores unas 200 veces y todos los médicos constataron que no había daño en sus cuerpos a causa de la radiación. Ellos atribuyeron el haber salvado la vida a la Virgen de Fátima, pues todos los días rezaban juntos el rosario, y si bien, ellos no lo consideran un milagro, reconoce que estaban bajo la protección de Dios.
Tras la bomba de Hiroshima, Estados Unidos lanzó una segunda bomba sobre Nagasaki, donde murieron 246 mil personas. En esta ciudad del sur de la isla, había varios católicos pues allí las misiones prosperaron. En una colina de esta ciudad, fue crucificado por orden del emperador del Japón el primer santo mexicano Felipe de Jesús y otros mártires, el 5 de febrero de 1597.
Después de la explosión de estas dos bombas, Japón se rindió el 15 de agosto de 1945.
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