Las bendiciones son un recordatorio de las bondades de Dios, por ello es posible que los sacerdotes bendigan objetos, como medallas, rosarios, escapularios o incluso instrumentos de trabajo o de uso personal, sin embargo, la práctica de emplear agua bendita no debe caer en la superstición.
Llevar una medalla con la imagen de la Virgen o algún otro objeto religioso bendito, no significa que se cuenta con una protección especial de Dios, o que quien los porte será inmune a la delincuencia o quedará libre de cualquier mal, explica el padre José Alberto Medel Ortega, especialista en Teología Litúrgica y Sacramentaria.
“Portar medallas, escapularios, estampas o cualquier otro objeto rociado con agua bendita parte de la necesidad del ser humano de interactuar con Dios a través de los sentidos. Y bendecirlos es un ‘reconocimiento oficial’ de la fe que se tiene”, y de que en todo momento se cuenta con las bondades de la Santísima Trinidad, detalla el sacerdote.
Utilizarlos como un talismán -detalla el padre- es como obligar a Dios a actuar de acuerdo con nuestra voluntad. “De esta manera no solamente se está distorsionando la fe, sino que no producen el efecto de gracia para lo que fueron creadas”.
Explicó que la persona es la quien le da la intención a la bendición, pues estos objetos ayudan a una profesión de fe más profunda.
“La superstición e la hija de la ignorancia religiosa. Cuando la fe carece de un conocimiento básico de lo que nuestro Señor nos pide y de lo que la Iglesia enseña, entonces hay una distorsión del verdadero significado de estos objetos”.
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