La vida de Santa María de Egipto es polémica ya que, siendo joven, ejerció la prostitución durante 16 años; después de este tiempo, viajó a Jerusalén para la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz y después de un tiempo, cuando quiso entrar a la Iglesia del Santo Sepulcro, una fuerza inexplicable se lo impidió y sintió un profundo remordimiento al ver un ícono de Theotokos, la Virgen María.
Entonces rezó, pidió perdón a Dios y prometió cambiar su forma de vida y se convirtió en asceta y se fue a vivir al desierto.
Nació en el año 344 en Egipto y la principal fuente de información sobre su vida proviene del Patriarca de Jerusalén, Sofriono (634-638).
Se sabe que a los 12 años de edad se escapó de su casa en Alejandría donde tenía una vida disoluta, y según la hagiografía, ella no aceptaba dinero por los favores sexuales, sino que lo hacía por un deseo insaciable e, incluso, se dice que vivía de la mendicidad o trabajando en el hilado de lino.
Después de haber pedido perdón a Dios intentó entrar a otro templo y esta vez sí lo consiguió sin remordimientos, y después de venerar la reliquia de la cruz regresó al Santo Sepulcro para darle las gracias y escucho una voz interior que le decía: “Si cruzas el Rio Jordán encontraras un glorioso descanso”. De inmediato fue al monasterio de San Juan Bautista donde recibió la comunión.
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Llevó al desierto solo tres panes y vivió de lo que podía encontrar en esas áridas tierras.
Después de 47 años de soledad le platicó su vida a San Zósimo de Palestina, a quien se había encontrado con ella en el desierto y con quien quedó de verse un año después para llevarle la comunión. Al año siguiente, el santo volvió al desierto para cumplir su promesa y la encontró muerta y su cuerpo incorrupto.
Cuando Zósimo regresó a su monasterio platicó la historia de María Egipcíaca a sus hermanos y entre ellos se conservó como una tradición.
Falleció entre el 421 y el 530, un día primero de abril que, en aquellos años, correspondía al Jueves Santo, en tiempos del emperador Teodoro.
La iconografía de Santa María de Egipto la representa como una anciana canosa y bronceada tras larga vida en el desierto, o bien semidesnuda cubierta por el manto que le proporcionó Zósimo.
En el Santo Sepulcro una capilla que recuerda el momento de su conversión, y en Italia hay tres templos dedicados a ella, dos de ellos en Nápoles; la iglesia la celebra el 2 de abril, y su sepultura se convirtió en la alta Edad Media en centro de peregrinaciones, tanto en Nápoles como en Roma.
Es patrona de los pecadores arrepentidos, de las penitentes y contra la fiebre.
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