San Antonio de Padua y el Niño Jesús
San Antonio de Padua, cuyo nombre fue Fernando de Bulloés, nació en Lisboa en 1195. Desde niño se consagró a la Santísima Virgen y a ella encomendó su pureza.
A los 17 años ya vivía en un monasterio agustino, logrando desde entonces alcanzar un altísimo grado de santidad. Tiempo después entabló amistad con un grupo de franciscanos y quiso imitar a San Francisco; para ello se separó de los agustinos y a los 27 años se hizo franciscano tomando el nombre de Antonio en honor a San Antonio Abad.
Por un tiempo misionó en Marruecos, pero por una enfermedad, volvió a Europa. Se dirigía hacia España cuando su nave encalló en Sicilia (Italia) lo que originó que se integrara a los monasterios de Italia y Francia en donde, por su preparación teológica y dotes oratorios ayudó a contrarrestar las herejías de su tiempo.
Nuestro santo poseía todas las cualidades de un buen predicador: ciencia, elocuencia, un formidable poder para conmover, gran deseo de salvar las almas y una voz sonora y agradable. Tenía, además, una personalidad extraordinariamente atractiva. Donde quiera que iba las personas acudían en tropel a escucharlo; bastaba con que empezara a predicar para que los pecadores comenzaran a conmoverse y los indiferentes a entusiasmarse.
De 1227 a 1230 fue provincial de la Romaña, al sur de Italia. Luego fue enviado a la ciudad universitaria de Padua, donde fijó su residencia. Allí consiguió los mejores frutos de sus sermones y adquirió una fama inmensa.
Contribuyó a dirigir su Orden y escribió un Sermonario, guía para la predicación con fondo litúrgico. Fue canonizado por el Papa Gregorio IX un año después de su muerte (en 1232) y pío XII lo proclamó Doctor de la Iglesia (6 de enero de 1946) con el título de “Doctor evangélico” por las frecuentes citas bíblicas que hace en su escritos. Los numerosos milagros ocurridos por su intercesión han hecho que se le llame “El Taumaturgo” o simplemente “El Santo”.
Es el patrón de Portugal. En la ciudad de Padua yacen sus reliquias. Aparecen en la iconografía vistiendo el hábito franciscano y con el Niño Jesús en brazos, una custodia, llamas de fuego y un lirio, por atributos. La Iglesia lo celebra el 13 de junio, día en que murió.
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