Algunos de los personajes que intervienen en el relato bíblico. Foto: Especial DLF
La Iglesia celebra o conmemora la pasión y muerte de Jesús no porque sea masoquista, sino porque esos acontecimientos son el corolario de la vida misma de Jesús, que ha sufrido y muerto para mostrarnos el camino que nos lleva al Padre, un camino de fidelidad buscando la liberación y justicia para todos los seres humanos, a pesar de las consecuencias que esto pueda traer.
Celebrar es actualizar en nuestras propias vidas las opciones y principios que guiaron y determinaron la vida de Jesús.
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Para realizar este análisis sobre la captura, juicio, pasión y muerte de Jesús, utilizaremos los textos del evangelio de Juan, capítulos 18-19.
Como punto de partida, debemos decir que, al igual que toda la Biblia, estos textos nos presentan una teología de la historia y no solamente un relato historiográfico o anecdótico. En otras palabras, la muerte y pasión de Jesús se narran desde la óptica de la fe; son redactados como auténticas catequesis sobre el significado de la pasión y muerte redentora de Jesús.
Veamos ahora la importancia que tienen los personajes que intervienen en este relato bíblico para poder comprender mejor el mensaje que Dios quiere comunicarnos.
Alrededor de él se mueven otros personajes que interactúan con el protagonista y nos permiten profundizar en diversos aspectos de su pasión y muerte. Para el evangelista Juan, Jesús es dueño de su vida, de sus decisiones. De tal modo que su pasión y muerte no son fruto del azar, él no es una víctima pasiva de la maldad humana, sino que libremente y por amor se entrega para que el hombre tenga vida.
Después de la última cena que Jesús comparte con ellos, se encaminan hacia el huerto de Getsemaní. En este evangelio, los discípulos protagónicos son, por un lado, Judas, que se ha confabulado para entregar al Maestro en manos de sus enemigos y Pedro, quien, ante la amenaza que se cierne sobre Jesús, reacciona violentamente y corta la oreja de un criado del sumo sacerdote. Juan quiere mostrarnos dos aspectos negativos de la comunidad de Jesús ante su entrega e inminente muerte; la traición y la violencia. Pedro aparecerá también, en el patio del pretorio, como un cobarde que se amilana ante la criada que le reconoce como discípulo de Jesús.
Es el sumo sacerdote en turno, representante del poder religioso manifestado en el culto. Interroga a Jesús sobre su doctrina y sus discípulos. El Maestro le invita a preguntar a aquellos que han sido testigos de su labor pública, nada oculta y se ha manifestado a la luz. El poder religioso es enemigo de Jesús por la sencilla razón de que le resulta intolerable la forma de vida que propone.
Es el procurador romano, representante del poder imperial con todo su aparato de dominación militar, política y económica. En el evangelio se matiza la culpabilidad de Pilato porque el autor quiere recalcar que los verdaderos culpables son los líderes religiosos que utilizan el poder político para condenar y asesinar a Jesús. Cuando el pretor romano pregunta a Jesús sobre su identidad como rey de los judíos, este le acorrala con una pregunta: ¿eso lo dices por tu cuenta?, invitándolo a responsabilizarse de sus actos. Finalmente, Jesús afirma que su reino no se rige por los criterios mundanos, no es de este mundo y que su misión es ser testigo de la verdad. Entonces, Pilato le cuestiona sobre el concepto de “la verdad” y Jesús guarda silencio, porque ante los ojos de Pilato está la verdad, Jesús mismo, y él no sabe verla.
Son, digámoslo así, el instrumento ejecutor de la ideología imperial. Son símbolo de la ideología violenta que se opone al mesianismo de justicia y paz, de misericordia y compasión que propone y encarna Jesús como forma de vida. Se burlan de Jesús y su identidad regia y, sin saberlo, al coronarlo de espinas se convierten en vehículo de la revelación de la identidad última de Jesús como un rey que vence mediante el amor y con las categorías del perdón y la mansedumbre. Son los soldados quienes se reparten las vestiduras y la túnica de Jesús, que representa la unicidad de Jesús como Salvador del mundo, por eso, la túnica no es desgarrada. Las vestiduras representan a Jesús mismo, que es repartido entre cuatro (símbolo de la universalidad de las naciones).
No son todo el pueblo de Israel, son un grupo específico que se opone con violencia a Jesús. Son ellos los que gritan “¡Crucifícalo, crucifícalo!” Y los sumos sacerdotes afirman el señorío sobre ellos que tiene el César. Todo está dicho, el Dios que ha puesto su morada entre los hombres es rechazado y condenado a muerte.
En este evangelio, el discípulo amado es un personaje simbólico que representa a todo discípulo que ha entendido que el amor es la única arma con la que se puede combatir el mal y por eso vive en el corazón de Jesús. En el fondo, es símbolo de la comunidad de discípulos que enfrentan los poderes amenazadores del mundo con las armas del evangelio. Por eso, el discípulo amado está al pie de la cruz.
Es un personaje simbólico que representa a la fiel comunidad israelita, que no se ha dejado contaminar con las ideologías violentas y opresoras y espera solo en Dios. El resto fiel y la comunidad cristiana son unidos por Jesús con los lazos de la maternidad y la filiación; on llamados a acogerse y cuidarse mutuamente, a verse y sentirse como la familia de Dios que brota de la cruz.
Es el instrumento con el que el imperio, en confabulación con las autoridades judías, pretende acabar con la propuesta de Dios para salvar al mundo. Los soldados ofrecen a Jesús un hisopo con vinagre (símbolo del amor corrompido, del odio) y Jesús lo bebe, porque Dios, por amor, es capaz de aceptar ese amor corrompido para transformarlo en vida. Una vez muerto Jesús, es atravesado por el centurión con una lanza Es el paroxismo del odio, de la repulsa definitiva por Dios y su propuesta. Parece que el odio ha vencido, y, sin embargo, desde la desolación de la muerte, el costado abierto de Jesús brota el manantial del Espíritu, que baña con su poder creador y redentor a la humanidad que solo sabe responder con odio. Dios siempre tiene la última palabra, y esa palabra es de vida, es de amor, es de perdón, es de entrega.
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