Uno de los sacramentales más antiguos de la Iglesia son los Agnus Dei que se hacían en Roma con el sobrante del cirio pascual del año anterior, pero solo se fabricaban durante el primer año de cada pontificado, y luego, cada siete años, de modo que era un privilegio para aquellas personas o instituciones que podían tener uno de ellos.
Los Agnus Dei se hacían en forma de pequeños medallones con la imagen de un cordero en alto relieve que representa a Cristo. La costumbre data del siglo V, y esto se sabe porque en 1544, cuando se abrió en Roma la tumba de la Emperatriz María, fallecida en el siglo V, se encontró en el ataúd un medallón Agnus Dei.
Durante el pontificado de san Pío V, el río Tiber se desbordó de manera aterradora y un Agnus Dei fue arrojado al torrente para evitar que las aguas inundaran los barrios de la ciudad, y las aguas, milagrosamente comenzaron a bajar de nivel, y de esto, fue testigo toda la ciudad. Este asunto fue tomado en cuenta cuando beatificaron a este gran pontífice.
El último Papa que dio esta bendición tan reservada, a través de las imágenes de cera del Agnus Dei, fue Pío XII.
Los sacramentales son extensiones de los siete sacramentos de la Iglesia, y pueden invocarse para bendiciones de la mesa, de objetos y de lugares, según el Catecismo de la Iglesia Católica.
Estas bendiciones apelan a la gracia de Dios sobre un individuo o un objeto particular, y se pide su protección espiritual de forma duradera.
Como eran muy pocos los Agnus Dei que salían del Vaticano, por lo general eran reservados a algunas iglesias y catedrales donde aún se les puede ver enmarcados y protegidos con un cristal.
En México, se conservan algunos en la Sacristía de la Catedral Metropolitana, y también en el museo de la Basílica de Guadalupe.
El Cirio Pascual, por su parte, se enciende el sábado por la noche antes del Domingo de Resurrección, y por lo general, son de gran tamaño y peso pues permanecen encendidos a lo largo de todas las misas de cada templo. Mientras más grandes fuera, más posibilidades había de que sobrara algo de cera.
Las velas de cera, para las iglesias, son necesarias para varios rituales que van desde el bautismo, la confirmación y la primera comunión. Siempre permanecen encendidos en los altares durante la celebración eucarística.
La elaboración de los Agnus Dei tenía un rito propio que incluía la mezcla de la cera con el agua bendita y con el Santo Crisma del Jueves Santo, por lo que se hacían durante la Semana Santa.
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