La variedad de los elementos particulares en los hábitos religiosos es muy amplia. Algunos de ellos han ido simplificándose con el paso del tiempo o, incluso, desapareciendo. Sin embargo, no es el caso del velo para las monjitas.
En la mayoría de los institutos femeninos se utiliza el velo que cubre la cabeza. Al principio ocultaba el corte de cabello mal hecho con el cual la religiosa daba entender que moría en el mundo de la vanidad.
La cabellera suelta y bien cuidada, en muchas culturas, es símbolo que invita a la concupiscencia, un concepto que en la teología cristiana se refiere al hecho de sentir exceso de deseos no gratos a Dios, como el deseo desmedido de bienes y, en especial, apetito desordenado de placeres: lujuria, impudicia, sensualidad, voluptuosidad, lascivia o deshonestidad.
Por ello, las monjas al ingresar al convento cortaban su cabello en consonancia con el voto de pobreza y cubrían sus cabezas con un velo que recuerda al mundo que son las esposas de Dios, a quien tienen como autoridad, conforme lo que ha dicho san Pablo (1Cor, 11, 5 – 25).
En el rito de toma de hábito, las religiosas entraban -y todavía lo hacen en algunas órdenes muy antiguas– literalmente vestidas de novias. Con el velo y coronadas de flores. En el transcurso de la ceremonia, cuando son aceptadas al convento, se les corta el cabello, se le retiran adornos, si los traen, y se les sustituye con el velo confeccionado en la tela propia del hábito.
El velo ha ido evolucionando a lo largo de la historia, desde aquellos que se colocan sobre otros lienzos que sólo dejan ver el rostro en las órdenes de clausura, hasta llegar a ser uno pequeño, parecido a un pañuelo, por ejemplo, entre las misioneras que asisten a las comunidades rarámuri al norte de nuestro país. Incluso, algunas congregaciones muy contemporáneas lo han suprimido del todo.
El color de los velos de las monjas generalmente depende de la orden religiosa a la que pertenecen. Cada orden puede tener sus propias normativas sobre el color y el estilo de los velos que usan las monjas como parte de su hábito. Estos colores pueden variar ampliamente, desde negro, gris, azul, marrón, entre otros.
Hay que tener en cuenta que el velo de las novicias generalmente se diferencia del de las monjas porque es de color blanco. Una vez que hacen sus votos religiosos y se convierten en monjas profesas, pueden usar el velo de acuerdo con las normas establecidas por su orden.
La cogulla es una túnica con capucha y anchas mangas que se sobrepone al resto del hábito. De hecho, la casulla que utilizan los sacerdotes para celebrar la Misa es desarrollo de las cogullas romanas. Del Imperio pasaron a los monasterios en donde no poseen ninguna función litúrgica, aunque suele utilizarse en ellas y en las actividades de comunidad importantes.
Posee varios significados. Cuando es blanca, evoca la vestimenta que se recibió en el Bautismo, pues toda profesión religiosa es vista como una consagración que tiene su raíz en la del Bautismo. Siguiendo esta misma línea, pasó a simbolizar la protección de la gracia divina sobre el que la viste y la libertad de los hijos de Dios con respecto del pecado.
Los franciscanos simplificaron la vestimenta dejándola unida a la esclavina y la capucha. Otras órdenes, como los Trinitarios y los Dominicos la redujeron menos, y utilizan una capa con capucha y esclavina sobre el hábito talar y el escapulario.
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