La Visitación de la Virgen María es un evento fundamental en la historia de la salvación, que nos revela aspectos profundos del misterio de la Encarnación y de la misión de María como Madre de Dios. Este acontecimiento, narrado en el Evangelio de San Lucas, muestra a María como modelo de fe, servicio y alegría espiritual.
La Visitación de la Virgen se refiere al viaje que María emprende, poco después de la Anunciación, para visitar a su prima Isabel, quien también estaba embarazada. Este encuentro entre las dos mujeres embarazadas es un momento cargado de significado teológico, pues en él se manifiesta la presencia del Mesías, Jesús, y del Precursor, Juan el Bautista.
Este encuentro es antecedido por la Anunciación del Arcángel Gabriel a la Virgen María de que sería la madre del Mesías. Ante el anuncio de la maternidad, ella preguntó al Arcángel cómo sería posible aquello, pues ella no conocía varón, a lo que San Gabriel le contestó que el Hijo sería engendrado en ella por el Espíritu Santo, y por eso se le llamaría Hijo de Dios.
De la misma manera, en la Anunciación el Arcángel Gabriel le dijo a María que la señal que Dios le daba era que Isabel, su prima estéril, estaba en cinta y ya iba en el sexto mes de embarazo. Tras el anuncio del ángel, la Virgen María acude sin demora a casa de su prima Isabel.
Movida por el Espíritu Santo, María emprende un viaje desde Nazaret hasta una ciudad en las montañas de Judea para visitar a Isabel para compartir con ella la Buena Nueva de la Encarnación. En este encuentro, María se muestra como modelo de servicio y caridad, pues acude a ayudar a su prima en su tiempo de necesidad.
Esta escena del Evangelio une las dos “anunciaciones”, a Isabel y a María: dos mujeres y dos promesas. Así, en la Visitación, al llegar María, Isabel, llena del Espíritu Santo, reconoce la presencia del Salvador en el vientre de su prima y exclama: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!”. En respuesta, María proclama el Magníficat, un cántico de alabanza a Dios por sus maravillas y su misericordia.
Durante su estancia, que dura unos tres meses, María ayuda a Isabel en los últimos meses de su embarazo. Este acto de servicio resalta la humildad y la generosidad de María, quien, a pesar de llevar al Hijo de Dios en su vientre, se dedica a asistir a su prima.
La Visitación de la Virgen María se relata única y específicamente en el Evangelio de Lucas (Lc 1:39-56). Es en este Evangelio donde se detalla la descripción del encuentro entre María e Isabel, así como del Magníficat, el canto de alabanza que hace María.
Esta fiesta fue instituida por el Papa Urbano VI en 1389, con el objetivo de poner fin al Gran Cisma mediante la intercesión de la Virgen María. Tiene sus inicios en Bizancio, en la fiesta de la “Deposición en la basílica de Santa María de las Blanquernas de la santa Túnica de la Theotokos”, el 2 de julio, cuando se leía el Evangelio de la visita de María a Isabel.
Los franciscanos adoptaron esta fiesta mariana, pero la convirtieron en la Visitación de María, en 1263. Tras la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, la fiesta se fijó el 31 de mayo, al final del mes dedicado a María, y se estableció para resaltar el acto de caridad de la Virgen y su papel en la historia de la salvación.
El misterio de la Visitación nos enseña que María es modelo de fe, servicio y alegría espiritual. Nos muestra que, al acoger a Cristo en nuestras vidas, estamos llamados a compartir la Buena Nueva con los demás y a servirles con generosidad y amor. Además, la Visitación nos revela que la presencia de Cristo trae consigo la gracia y la alegría, que deben ser el sello de la vida cristiana.
La Visitación de la Virgen María es un evento que no solo celebra el encuentro entre dos mujeres santas, sino que también nos invita a reflexionar sobre la importancia del amor, el servicio, la humildad y la alegría en nuestra vida cristiana. Al celebrar esta fiesta, estamos llamados a imitar el ejemplo de María en nuestra relación con Dios y con los demás.
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