Los consagrados religiosos viven en comunidad, compartiendo la oración, el trabajo y la vida fraterna, ademá de que su día a día incluye momentos de oración litúrgica. Foto Especial.
Un consagrado religioso es una persona, hombre o mujer, que en respuesta a un llamado entrega y dedica toda su vida a Dios, renunciando a los bienes mundanos mediante los votos públicos de pobreza, castidad y obediencia, según las normas aprobadas por la Iglesia católica, y que desean ser un signo visible de la presencia de Dios en el mundo, anticipando ya aquí en la tierra algunos aspectos de la vida que nos espera cuando estemos con Dios.
En la Iglesia católica, la vida consagrada es la forma de vida de los consagrados, es decir, de las personas que dedican toda su vida a Dios y al servicio de la Iglesia y la humanidad, por lo tanto, se trata de los frailes, monjas, monjes, ermitaños, consagrados de diversos tipos, en muchas formas y géneros diferentes.
Esta forma de vida o vocación, que se manifiesta como una señal viva del Reino de Dios y como un testimonio de la futura gloria celestial, está reconocida oficialmente en el Código de Derecho Canónico (cánones 573-746) como una “forma estable de vida” en la que los fieles, movidos por el Espíritu Santo, buscan la perfección de la caridad y el servicio al Reino de Dios.
Los consagrados pueden pertenecer a órdenes religiosas, congregaciones o institutos seculares, como por ejemplo los agustinos, benedictinos, franciscanos, dominicos, jesuitas, carmelitas, salesianos, hermanas de la caridad, entre muchos otros, y cada comunidad sigue una regla de vida aprobada por la Santa Sede y un carisma particular, es decir, una forma específica de vivir el Evangelio y servir a la Iglesia.
La formación de un consagrado religioso es un proceso largo y profundo que incluye dimensiones humana, espiritual, teológica y pastoral, la cual comienza con una etapa de discernimiento vocacional, seguida del postulantado, el noviciado y finalmente la profesión temporal o perpetua de los votos.
Durante este proceso, los consagrados estudian Sagrada Escritura, teología, espiritualidad y vida comunitaria, y aprenden a vivir en obediencia, humildad y servicio.
Así, la formación integral del consagrado religioso se divide en tres momentos esenciales, todos regulados por el Derecho Canónico y los documentos de la Santa Sede:
Cabe señalar que una vez que concluye su formación formal, el consagrado religioso debe mantenere actualizado y realizar estudios posteriores, retiros y actualizaciones permanentes para profundizar en la doctrina.
De acuerdo con el sitio web de los Franciscanos Conventuales de Chile, aunque las formas y los métodos pueden ser muy diferentes, son ocho las características que unen a todos los consagrados:
En la mayoría de los casos, los consagrados religiosos viven en comunidad, compartiendo la oración, el trabajo y la vida fraterna, de esta manera, su día a día incluye momentos de oración litúrgica (como la Liturgia de las Horas), Eucaristía, trabajo apostólico y silencio contemplativo.
El Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica supervisa, en nombre del Papa, la vida de estas comunidades y aprueba sus constituciones, asegurando que permanezcan fieles a su carisma fundacional y en comunión con la Iglesia universal.
De esta manera, la vida de los consagrados es:
Aunque ambos están llamados a servir a Dios, existen diferencias fundamentales entre un consagrado religioso y un sacerdote:
El consagrado religioso vive según los consejos evangélicos (pobreza, castidad y obediencia) para buscar la perfección cristiana y el testimonio del Reino de Dios.
El sacerdote, en cambio, es ordenado para administrar los sacramentos y guiar pastoralmente al pueblo de Dios.
No todos los consagrados son sacerdotes. Muchos religiosos y religiosas no están ordenados, pero dedican su vida a la oración, la educación, la salud o la misión.
Todo sacerdote, en cambio, ha recibido el Sacramento del Orden, que lo faculta para celebrar la Eucaristía, confesar y administrar los sacramentos.
Los consagrados suelen vivir en comunidad, compartiendo bienes y oraciones.
Los sacerdotes diocesanos, en general, viven de manera individual en sus parroquias y dependen directamente del obispo.
El religioso depende de su superior o superiora general, dentro de su congregación o instituto.
El sacerdote diocesano depende del obispo de su diócesis.
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