En términos religiosos, un cisma, palabra que proviene del latín, es la ruptura o división en la unión de la Iglesia Católica, y en términos históricos, han ocurrido varios en los 2000 años de existencia del cristianismo.
Cismático, como adjetivo, describe aquellas tendencias, ideas o políticas que propician el cisma, o se refiere a una comunidad cristiana que ha abandonado o bien, se ha alejado de la Iglesia.
La Biblia menciona que los apóstoles se reunieron varias veces en Jerusalén para analizar y discutir las diferencias existentes en la naciente Iglesia, como ocurrió en el caso del tema de la circuncisión, que provenía de la tradición judía, y a la que Pablo se opuso señalando que las enseñanzas de Jesús eran para todos los hombres, aunque no fueran judíos sin importar sus razas.
Los sínodos y concilios hay ayudado a la iglesia a permanecer unida, sin embargo, el primer cisma ocurrió en 1054 que marcó la separación del papado en Roma y el Patriarca de Constantinopla, y este gran cisma es conocido como el de Oriente.
La Iglesia Ortodoxa tiene sucesión apostólica, proveniente del apóstol san Andrés, hermano carnal de San Pedro, y por lo tanto, todos los Sacramentos que imparte son válidos, sin embargo, entre las causas de la separación están en que ellos reconocer al Papa como el primero de todos los patriarcas y el legítimo patriarca de Roma, pero no como cabeza de la Iglesia universal; también en la interpretación del Credo de los Apóstoles y finalmente, en la elaboración del pan eucarístico. La invasión de las cruzadas a Constantinopla fue un factor político que influyó en la separación.
Otro cisma, aunque este fue temporal, ocurrió entre 1378 y 1417, cuando los pontífices se vieron obligados a trasladarse a Aviñon, en Francia, cuando la Iglesia se vio dividida con la presencia de dos y hasta tres antipapas simultáneos, de modo que había dos sedes, una en Roma y la otra en Francia. A esta etapa de la historia se le conoce como el Cisma de Occidente, y es uno de los acontecimientos más importantes de la Edad Media.
Otro cisma ocurrió con la Iglesia Anglicana, tras la negativa del Papa Clemente VII para anular el matrimonio de Enrique VIII y Catalina de Aragón, la hija de los Reyes Católicos de España, para que él pudiera casarse con Ana Bolena. Desde entonces, la anglicana se convirtió en una Iglesia más liberal que poco a poco ha venido reformándose, aun cayendo en contradicciones.
La Iglesia anglicana considera al rey o reina de Inglaterra como cabeza y su máximo representante de Dios en el mundo; actualmente existe el Congreso de Lambeth que se reúne cada 10 años para que los obispos anglicanos de todo el mundo discutan algunos temas polémicos y tras la reunión, emiten una serie de recomendaciones que en cada país pueden adoptar o no con libertad, en temas como la consagración de mujeres o las bodas homosexuales.
Cada cisma ha sido muy doloroso, para la Iglesia, y gracias al diálogo ecuménico se procura limar todas las asperezas y buscar la reconciliación y la unidad.
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