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¿Qué es la teología del cuerpo? 4 verdades que nos revela

La teología del cuerpo fue pensada por San Juan Pablo II para dar respuesta a las preguntas más profundas del ser humano, ¿quién soy?, ¿para qué estoy aquí?, ¿cómo amar?, ¿cómo ser feliz?, etc. Su interés fue poder responder en una época en la que apremiaba tener claridad desde Dios. Hoy en día esa necesidad se ha intensificado y por tal motivo te quiero compartir algunas verdades (a la luz de la teología del cuerpo) para afrontar algunas mentiras o confusiones que el mundo actual ofrece; verdades que siempre han existido, pero que se nos habla muy poco de ellas.

1. Tu existencia es maravillosa

Tu vida fue pensada para cosas extraordinarias, nadie podría hacer lo que tú haces con la esencia que tu pones en ello. Tu vida, tú, eres un don (regalo) y como tal has de ser recibido así. A diferencia de lo que este mundo ofrece, en donde la vida no es valorada (incluso desde el vientre), en donde no existe una razón de ser. Tú estás llamado a vivir en la conciencia de ese valor que nada, ni nadie puede anular. Al saberte “don” puedes experimentarte pleno en donarte a los demás, y al mismo tiempo en recibir a los otros como esos regalos maravillosos, incluso en las limitaciones que se tengan.

2. Fuiste pensado para vivir en plenitud

Será importante analizar qué es lo que el mundo ofrece como “plenitud” como “dicha”, pues en su mayoría de casos la plenitud está orientada al “tener” y al “goce constante”; sin embargo, la plenitud de Dios es justo estar apegado a su plan de amor para ti, ese plan que lleva tu nombre y que es único e irrepetible. La plenitud para la que fuiste pensado tiene su origen sólo en Dios. Pensemos: ¿Quién puede conocerte mejor, que aquel que te creó? Esa planitud es un camino de autoconocimiento que a su vez me permitirá conocer a Dios, saber que no es inventar cosas sobre ti, sino descubrir lo que desde siempre ha estado en ti y ser capaz de acogerlo.

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3. El amor existe

El amor existe, más de lo que nos gusta reconocer.

Pero hay, por lo menos, dos grandes cuestiones que obstruyen el amor. Primero lo que creemos que es amor y segundo que no nos formamos en el amor y para el amor, creyendo que es una cosa ya hecha.

El amor existe pero no se nos enseña reconocerlo, vamos nombrando amor a muchas cosas que no son amor genuino; le llamamos amor a la pasión, el deseo, la diversión, el entenderse; siendo estos puntos una respuesta limitada al amor.

El amor existe pero no sabemos construirlo para que dé el fruto que puede y que se anhela, rindiéndose frente a las exigencias del mismo amor. San Juan Pablo II dijo que “El amor es la esencia de Dios mismo, es el sentido de la creación y de la historia, es la luz que da bondad y belleza a la existencia de cada persona”, sin embargo, vamos buscando el amor en muchos espacios, personas, situaciones, posesiones; excepto en quien es la fuente del amor, Dios mismo.

4. No somos desechables

En un mundo consumista, relativo, que posiciona el goce y disfrute como lo más importante se dificulta reconocer la dignidad de cada persona, llevándonos a creer que somos desechables, reemplazables, un “número más”. Pero la realidad es que no, Dios en su amor infinito por ti, te creo de una manera única, nadie es como tú, ni nadie puede hacer lo que tú de la misma manera. Pongamos un ejemplo, en un salón de clases, hay 2 alumnas con el mismo nombre “Diana”, así se les pidiera hacer la misma acción, no lo harían igual, porque en eso radica la autenticidad del Creador, que al crearnos expresa su grandeza. Dios pensó en ti como en nadie más, pero al mismo tiempo pensando en todos. No eres desechable.

La teología del cuerpo sigue respondiendo hoy a esas interrogantes internas, atrévete a buscar respuesta en los lugares certeros, no te conformes con respuestas superficiales o limitadas, en comparación a las respuestas que Dios ofrece.

Scarlet Bustos

Psicóloga educativa por parte del IPN. Experiencia en el área de psicopedagogía, acompañando a niños en el descubrimiento de sus emociones, conductas y aprendizajes. Formación en Teología del cuerpo por parte del Pontificio Instituto San Juan Pablo II y del Instituto Amar al Máximo. Líder en un grupo juvenil de la RCCES.

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