Podríamos decir que la Octava de Pascua es un largo domingo de 8 días, una fiesta extendida. Diseño: Valeria Picón
La Octava de Pascua comprende del Domingo de la Resurrección Nuestro Señor Jesucristo al Domingo siguiente “De la Divina Misericordia”, es la prolongación de la alegría pascual: “El Señor resucitó, Aleluya”. En la Liturgia de la Eucaristía se hace clara y continua este suceso “en este día de la Resurrección”, la Pascua no se acaba, se prolonga; como nuestras bellas costumbres y tradiciones: la misma fiesta en varios días, en este caso de domingo a domingo, 8 días de enorme fiesta, tiempo de alegría y gozo profundo.
El primer domingo de la octava, el de la Resurrección de Jesús, también se le llama “Dominica in albis”, partiendo de los neófitos (los recién bautizados en la Vigilia Pascual) que se revisten con vestiduras blancas y, la invitación a los fieles a vestir tanto en la Vigilia como en las Misas del Domingo de resurrección de blanco, signo externo de la blancura del cristiano liberado de toda mancha de pecado; como en todo Bautismo la vestidura blanca expresa al hombre perdonado y amado: limpieza y pureza. También se asocia a que la Resurrección del Señor fue en el alba, o sea, por la mañana.
La Liturgia en los textos bíblicos se resaltan los pasajes bíblicos de lo que sucedió el primer día después del sábado y los testimonios de los testigos: a aquel que le dieron muerte en la cruz ha resucitado y damos testimonio de que está vivo, ha resucitado. Tiempo de testimonios de aquellos que como el Apóstol Pedro dicen con firmeza: “a quien ustedes dieron muerte Dios lo resucitó de entre los muertos, nosotros somos testigos de su muerte y de su resurrección; como de otros muchos testigos, que lo han visto vivo”
Podríamos decir que la Octava de Pascua es un largo domingo de 8 días, una fiesta extendida.
Semana de inmenso gozo y de enorme alegría por la redención y salvación que Jesús nos ha obtenido. A quienes estábamos condenados a la muerte por nuestros pecados Él nos ha rescatado y redimido del pecado y de la muerte, abriéndonos en el amor las puertas del cielo y la liberación para todos los hombres a la libertad, salvándonos de la esclavitud del pecado y de la muerte eterna.
En la Octava de Pascua, en todas las celebraciones litúrgicas se mantiene encendido el Cirio Pascual, la Luz del Resucitado es nuestra guía en el camino hacia Él y la vida nueva, además a ser luz en medio del mundo, llevar la luz y la esperanza a todos los hombres.
Como un dato, llamémoslo así “curioso”, al segundo Domingo de la Octava de Pascua se le llamaba: Domingo de “Quasimodo”, que proviene de la antífona de ese domingo en la liturgia antigua en latín “Quasi modo geniti infantes”, su traducción “como bebes recién nacidos”, de forma literal “a la manera de…”
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