La Cuaresma es un periodo de 40 días de preparación a la Pascua (Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo). El inicio de la práctica cuaresmal se dio en el siglo IV d.C., tratando de imitar los 40 días de ayuno de Nuestro Señor en el desierto.
En el Antiguo Testamento el 40 es un número simbólico. El origen de este símbolo aparece claro en el tiempo que Dios determinó, como castigo para el pueblo, que vagaran por el desierto al haber desconfiado de Él (Ver Nm 14,34).
En la Biblia es constante la referencia del número 40 a tiempo, sean días o años. Por ejemplo, todo el libro de los Jueces divide los periodos de ellos en lapsos de 40 años o bien en números relacionados con el 40 como son el 20, media generación, o el 80, dos generaciones.
Con respecto al simbolismo de los 40 días, es seguro que se trata de un tiempo de prueba, transición o castigo, como lo vemos en los 40 días de lluvia en el diluvio (Ver Gn 7,12). En sentido de tiempo de espera ante la amenaza, están los días que desafió Goliat a los judíos (Ver 1Sam 17,16).
Este número también lo vemos en la travesía del profeta Elías por el desierto (Ver 1Re 19,8). Éste se deseó la muerte ante tanta contrariedad, pero Dios le envió a su ángel para que lo alimentara y pudiera caminar 40 días y noches por el desierto hasta el Horeb. Al final del tiempo de prueba, Elías se encontró con Dios (Ver 1Re 19,9-12). También aparece en el anuncio de Jonás a los Ninivitas (Ver Jo 3,4).
Concluyendo: los 40 días que la Iglesia propone para hacer penitencia nos recuerdan un camino de prueba y purificación para aprender a ser fieles a Dios, como lo fue Nuestro Señor Jesucristo al final de sus cuarenta días por el desierto.
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